La gracia

Lo peor que puede decirse de un cómico es que no tiene ni puta gracia, pero cada cual se gana la vida como puede y hasta ahí… Hace más de veinte años que, temporada tras temporada, la compañía Bastarda Española llena las salas de teatro de toda Andalucía con “Estrella Sublime”, una parodia de la Virgen María que, corrosiva e irreverente, cumple con el mandamiento de gustar a la mayoría y de disgustar a los católicos más sensibles: los productores se juegan la pasta y el público decide si ganan o pierden.

Cuando interviene el talento, hasta la blasfemia es respetable, así que no se trata aquí de golpearse el pecho con hipidos de meapilas a cuenta del horripilante gag de TV3 sobre El Rocío, sino de preguntarse a qué punto de degradación ha llegado una sociedad que permite que el contribuyente pague semejante bodrio.

Porque la patochada de Toni Soler, Jair Domínguez (ay, los charnegos acomplejados queriendo congraciarse con los amos de la plantación) y la otra pobre criatura que se hace llamar actriz no habría espectador que la aguantase de no estar sufragada por una radiotelevisión pública.

¿Quién se iba a gastar un euro en semejante estupidez? La magnitud del desafuero ha conseguido lo que casi nadie ha logrado: poner de acuerdo a todo el arco parlamentario andaluz que, desde Teresa Rodríguez hasta Juanma Moreno, ha salido en tromba para poner su pica en twitter.

Estas unanimidades deberían hacer reflexionar al nacionalismo catalán, que en verdad está enfermo de racismo, sobre la antipatía que ha logrado concitar en este proceso que en algún momento quisieron denominar "la revolución de las sonrisas". Cataluña traslada la imagen de una sociedad podrida gobernada por lo peorcito de cada casa. Nos conviene independizarnos de esa casa de locos.