Balance

Los grandes incendios se han reducido en la última década en Andalucía

El 80% de los siniestros son conatos, fuegos incipientes que no prosperan por la rápida intervención de los medios de extinción

Un helicóptero trabaja en las labores de extinción del incendio que afectó a la Sierra de la Plata, en Tarifa (Cádiz)
Un helicóptero trabaja en las labores de extinción del incendio que afectó a la Sierra de la Plata, en Tarifa (Cádiz)EfeAgencia EFE

Los grandes incendios constituyen la principal amenaza para la supervivencia de muchos de los ecosistemas forestales y espacios naturales en Andalucía, conllevan graves impactos sociales y pérdidas económicas, ponen en peligro vidas humanas y causan una generalizada alarma social. Desde el punto de vista de la conservación de la naturaleza, las consecuencias de estos siniestros llegan a resultar fatales, ya que afectan al valor multifuncional de las masas forestales, estando sus consecuencias muy ligadas entre sí: pérdidas en la producción, graves consecuencias socioeconómicas, pérdidas de suelo por aumento de la erosión, desencadenamiento de procesos de desertificación, pérdidas de biodiversidad y de hábitats de interés, daños en infraestructuras, merma del valor del paisaje, emisión de dióxido de carbono y daño a la identidad rural, social y cultural. En este sentido el papel del fuego como modelador de los ecosistemas pasa a un segundo plano ante las enormes consecuencias y repercusiones de los grandes incendios descontrolados.

La superficie forestal acumulada afectada por incendios hasta el año 2018 fue de 338.740 hectáreas (una media de 11.291 ha/año), de las que 174.031 hectáreas corresponden a zonas arboladas y 164.70 a matorral, según datos del Plan Forestal de Andalucía «Horizonte 2030» consultados por LA RAZÓN. A este respecto, hay que tener en cuenta que en algunas zonas se han producido incendios reincidentes, por lo que la superficie del territorio afectado en este resulta ser menor.

Los años en los que se ha quemado más superficie forestal correspondieron a 1991, con 63.579 hectáreas, y al año 2004, con 43.021. Ese año, precisamente, tuvo lugar el incendio más devastador registrado hasta el momento en la comunidad autónoma: el de RíoTinto (Huelva), que quemó 34.291 hectáreas. Por otro lado, las provincias con más superficie quemada desde el año 1989 han sido Huelva, con 84.684 hectáreas, Málaga, con 51.151, y Almería, con 50.970.

Si se compara la superficie media anual afectada por incendios en el periodo 1989-2007, que asciende a 11.291 hectáreas/año, con datos más recientes, se observa una tendencia positiva, dado que la superficie media afectada en los últimos 10 años ha disminuido. La media anual del periodo 2008-2017 es de 6.937 hectáreas incendiadas al año, mientras que en el decenio anterior se encuentra próxima a las 10.000 hectáreas anuales, si bien se debe de tener en cuenta su gran oscilación interanual, con años con tan solo 900 hectáreas afectadas y otros como 2004 en el que más de la mitad de la superficie total quemada correspondió a un único incendio, el de Río Tinto.

En cuanto al número de incendios anuales, la cifra también se ha visto reducida con una media en los últimos 10 años de 162 incendios mayores de 1 hectárea, cuando en la década anterior la media fue de 248.

Respecto a la relación entre conatos e incendios forestales, aproximadamente un 80% de los siniestros se corresponde con conatos, fuegos incipientes en áreas forestales que no llegan a prosperar debido normalmente a la rápida intervención de los medios de extinción, apoyados por la mejora de las infraestructuras de defensa existentes, como cortafuegos, fajas auxiliares y otros. Analizando la evolución de los casos en las últimas décadas, se puede concluir que se está mejorando en la detección y extinción de los siniestros, ya que en su mayor parte no llegan a superar una hectárea. No obstante, comparando las cifras registradas en los últimos 10 años con las de periodos anteriores, observamos que esta mejoría es más atenuada.

En cuanto a las causas de estos incendios, cerca del 74% tiene un origen antrópico directo, correspondiendo el 38,5% a incendios intencionados y el 35,5% restante a fuegos producidos por negligencias.

Muchos son los esfuerzos realizados para modificar estas conductas, «destacando la prevención social, sensibilizando y educando a la sociedad frente a los incendios forestales, así como los trabajos de investigación encaminados a aclarar el origen de los incendios y sus responsables por parte de Agentes de Medio Ambiente y las fuerzas de seguridad», apunta el plan. Si bien se ha mejorado en los últimos años, este esfuerzo «debe continuar y es de esperar que con el mejor conocimiento de los daños que ocasionan los incendios y la mayor educación ambiental y concienciación social a través de estrategias de sensibilización y participación ciudadana la cifra se reduzca notablemente».