Leal oposición

Con sus hechuras de niño de San Ildefonso, ahora que los clásicos decembrinos vuelven a casa por Navidad, el presidente Juanma Moreno lució estupendo junto a la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera.

Escenificaron los dos políticos su acuerdo por Doñana con un paseo por el Parque Nacional, ambos ataviados de casual sport y con prismáticos al cuello él, para demostrar que los gestores de distinto signo tralará y, por el mar corre la liebre, hay cuestiones que trascienden el ámbito de la discrepancia ideológica. Blablablá.

La doña, por si el virrey del Sur no lo recuerda, entrega tarjetas de visita con un cargo luengo cual manga de abrigo que arranca con las palabras vicepresidenta tercera del Gobierno. O sea, miembro principalísimo de ese organismo investido bajo el propósito expreso de “levantar un muro” con el que aislar al Partido Popular y a sus votantes.

¿Había necesidad de conjugar la preservación ambiental con el interés de los cultivadores de frutos rojos? Por supuesto, pero era totalmente gratuito ese despliegue de sonrisas y carantoñas con las que Moreno ha querido trabajarse la condición de “conservador bueno”, Tío Tom de la derecha que el sectarismo izquierdista –redundancia– agita para confrontarlo con los “fachas malos” que tratan de detener la demolición del Estado de Derecho.

No son tiempos de esa “leal oposición” con la que Felipe González engatusó a Fraga, al que le regaló encantado un feudo en Galicia, sino de percutir en todos los frentes sin ambages ni perder el culo por un comentario elogioso de quien tu mal desea. Puede que por no saber interpretar los tiempos que vienen hayan relegado al plenipotenciario del PP andaluz en Madrid a roles subalternos. Uno es más de Cayetana Álvarez de Toledo, qué le vamos a hacer.