"El Bloc"

Memez tuitera

"No contaba Membrilla, ni ninguno de los sesenta asesores que el contribuyen le costea, con el escrutinio de su pasado digital al que iba a ser sometido"

La estatua de Federico García Lorca, en la plaza de Santa Ana, ha sido vandalizada, al arrancarle la alondra que el poeta sostenía en sus manos
La estatua de Federico García Lorca, en la plaza de Santa Ana, ha sido vandalizada, al arrancarle la alondra que el poeta sostenía en sus manosDavid JarLa Razon

Al efímero director del Patronato Cultural García Lorca, Antonio Membrilla, se le puede reprochar lo que a tantos electos: su incontinencia tuitera.

Qué impulsa a esta fauna a una permanente exposición de sus limitaciones en las redes sociales, he ahí una de las grandes preguntas de nuestro tiempo. ¿Será que el exceso de ocio idiotiza?

Munícipe derrotado en las elecciones locales de Armilla, el PP granadino lo ha rescatado para un chiringuito de la Diputación, uno de esos cargos “de-algo-hay-que-comer” que abundan en las instituciones y para aspirar a los cuales conviene haber vivido por debajo de los radares. Pero no contaba Membrilla, ni ninguno de los sesenta asesores que el contribuyen le costea, con el escrutinio de su pasado digital al que iba a ser sometido en cuanto ocasión hubiese, y las hienas cibernéticas que el contribuyente le costea a sus adversarios han dado con un sabroso trozo de carroña.

Rebautizó, con tino conceptual pero falta de originalidad semántica, a la memoria histórica como “memez histérica”. Acabáramos.

Laura García-Lorca, de profesión descendiente remota (esa interesada unión de apellidos mediante doloso guion…) del poeta, dimite del cargo que el contribuyente le costea desde hace muchos trienios para solicitar la pensión que el contribuyente le va a costear hasta el fin de sus días, y el pequeño ejército de abajofirmantes habituales que acaudilla Luis García Montero –candidato ignorado por los votantes apacentado por el sanchismo, vagamente granadino y dizque poeta– hostigado al nombrado hasta propiciar su sacrificio, en enésima prueba de que vivimos una era de ética hemipléjica.

Renuncia que deja dos lecciones: así se respeta la libertad de expresión en España; y métete el dedito por donde te quepa si pretendes vivir del erario.