Opinión
Otra Roldana
María Gámez fue el póster que Sánchez y Marlaska imprimieron para feminizar la cúspide de la Guardia Civil
La Roldana, pertinente es recordarlo en este Domingo de Pasión e Impaciencia, es una misteriosa artista andaluza que debe su apelativo al patriarcado, nombre de mujer borrado por asimilación al apellido de un hombre; antecesor de menor talento, quizá, pero mayor relevancia social en virtud de su sexo. ¡Cuánto bien habría hecho un Ministerio de Igualdad en la corte de los Austria! Tres siglos y pico después, otra andaluza pasará también a la Historia como émula de un célebre Roldán, Luis en lugar de Pedro, debido a su maña para copiar la habilidad de su predecesor. No se trataba en este caso de convertir la madera en imagen divina, ay, sino de arrastrar por el infierno de la corrupción la imagen de una venerable institución. Aquí está la pasta, abracadabra, ya no queda nada.
María Gámez, promesa del socialismo malagueño en su permanente oposición a Francisco de la Torre, fue el póster que Sánchez y Marlaska imprimieron para feminizar la cúspide de la Guardia Civil. Manchado y hecho un gurruño, yace en la papelera desde el miércoles, cuando las abrumadoras evidencias contra su marido –trincón gracias a la Agencia IDEA que de ella dependía– imposibilitaban su permanencia en el cargo. Al menos, no parece que vaya a haber que repatriarla desde Laos con la asistencia del Capitán Khan, falso como euro de madera, y algún inyectable narcótico. Por ahora.
Han pasado más de 25 años, una generación, entre los funestos mandatos de Roldán y de La Roldana… que no hacen sino confirmar la buena salud de la Benemérita, capaz de resistir con su prestigio y el aprecio de los ciudadanos intactos a la iniquidad de algunos de sus responsables. Desde que el Duque de Ahumada la fundó en 1844, ha sobrevivido a un montón de indeseables. Y los que le quedan.
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