Opinión: Méritos e infamias

Pasitos

Aniversarios, coronaciones, efemérides históricas, congresos religiosos, lo que sea para que los pasos salgan a las calle, repletos los bares y cafeterías

Granada.- Coronavirus.- Granada cancela la Semana Santa
Semana Santa de GranadalarazonFEDERACIÓN DE HERMANADES Y COFRA

Tenemos que darle de comer al «bicho» del turismo cada fin de semana porque si no se pone nervioso, aunque convirtamos nuestras ciudades en un decorado para señores en chanclas que siguen a un tipo con una sombrilla y un micrófono. En Cádiz estos días la espina dorsal, desde la Cuesta de las Calesas hasta el Mercado se ha rellenado con esta suerte de epidemia mundial que no se frena ante nada. Aquí han venido a comer y a beber, a disfrutar de la trimilenaria, el pack habitual en este caso donde coexisten la playa y el sol se entiende en este veranillo otoñal que nos deja el cambio climático.

Lo que entiendo menos es la proliferación del «Turismo Kofrade», que en varias localidades andaluzas ha vivido sus días de glorias con varias procesiones que bajo la pátina de «semanasanteras» calmaron la sed de pasos de los capillitas más recalcitrantes. ¿No tenéis suficiente con las cofradías letíficas, miarma? En Granada toda una «magna» recorriendo la ciudad y llenando los hoteles, bares, tiendas, etc de la ciudad nazarí. También en Jerez, con una Virgen que sale el Domingo de Ramos coronándose con todo el oropel propio de la baja Andalucía. Me pregunto hasta qué punto tanto la jerarquía de la Iglesia como los propios capillitas asumen que estás «pro-sesiones» de Semana Santa fuera de su tiempo lógico convierten lo «sacrosanto» en un producto más de la industria turística religiosa.

Es muy fácil que los cofrades piquen el anzuelo de «jugar a los pasitos», que tanto se les ha criticado durante décadas, bajo la justificación de una religiosidad popular que ya admite todo: aniversarios, coronaciones, efemérides históricas, congresos religiosos, lo que sea para que los pasos salgan a las calle, repletos los bares y cafeterías, masas con móviles en manos para sumar una marca más en el revólver de las procesiones extraordinarias, que ya no lo son porque cada dos por tres se celebran bajo un nombre u otro, convirtiendo lo excepcional en una rueda más del mecanismo consumista sobre el que reina la gran plaga del turismo masivo.