Tornaviaje

Progresista

Sánchez no lleva dimitir en su ADN. El poder es para permanecer atornillado. Es difícil, incluso, sacarlo del juego por los votos, pues se apaña para sumar, aunque le resten

El presidente del Gobierno Pedro Sánchez y María Jesús Montero en la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados.
El presidente del Gobierno Pedro Sánchez y María Jesús Montero en la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Alberto R. RoldánLa Razón

España tiene un soleado modelo populista muy progresista. Sánchez, un avezado aprendiz de Zapatero, ha inaugurado el populismo guapo. Un progresista a prueba de votos. Adornado por la impasibilidad del psicópata, y la habilidad del trilero de feria, levita sobre España. Nunca gana elecciones, pero gobierna. Un prestidigitador ante un público absorto con sus trucos. Ahora, un enrabietado que amenaza a los españoles con dimitir, cosa improbable a menos que tenga otra carta bajo la manga. Por ahora, el amado líder icono recibe aplausos.

Las quinielas en España se han desbordado, mientras acapara titulares en la prensa mundial. La EU se ha quedado muda. Cinco días sin aliento. El líder del postureo ha puesto en la mesa una apuesta a todo o nada. Si dimite no será sin ganar la apuesta. Si no lo hace será en nombre de la salvación de España, asediada por la jauría derechona, enemiga del progreso.

Puede que su carta oculta sea dimitir de inmediato mediante un acuerdo con la oposición más adversa, saliendo indemne, él y su lady Macbeth. Recibiendo un premio adicional acogiéndolo la Corte europea como tribuno mayor del cónclave. En tal caso, emergería otro presidente en funciones hasta nuevas elecciones. Sería la actual vicepresidenta primera o no. Porque, tras bambalinas se escucha y habla el inmarcesible Zapatero. Un personaje teatral muy confiable para los intereses independentistas de catalanes y vascos.

Tal vez, se vea más conmovido con una moción de confianza con sus rabiosos diputados aplaudiendo en pie. Así, abriría un punto de inflexión de avance en su plan de gobierno: controlar el poder judicial y arrinconar a esa prensa incómoda. Eso le daría mayor gusto para seguir siendo el primer ministro superando su propia crisis.

La carta de Sánchez, con sus cinco días de plazo, se enmarca en el tiempo exacto legal para que la fiscalía recuse la investigación sobre las sospechas de las imprudencias de su esposa. Pero, ¿si ella es inocente? ¿A qué viene esa carta de emociones incontrolables? Hoy, final del culebrón.