"Méritos e infamias"

Reserva india

"Andalucía, al completo, va camino de convertirse en un parque temático de 1.000 kilómetros de costa al sur de Europa"

Turistas en la Plaza de España de Sevilla, uno de los enclaves monumentales más transitados de la capital hispalense
Turistas en la Plaza de España de Sevilla, uno de los enclaves monumentales más transitados de la capital hispalenseEPEP

Escucho y leo estupefacto que a la capital andaluza, es decir a Sevilla, llegarán más de 50 hoteles en los próximos tres años. Hago la cuenta de la vieja sobrevolando mi plano mental de la ciudad y no me caben, pero estoy convencido de que la consultora que presenta los datos saborea jugosas razones que no se encuentran al alcance de mi mano.

Cierro los ojos y me “cronotransporto” en el futuro para imaginar la vida que nos comeremos con adobo cuando el medio centenar de alojamientos funcione a pleno rendimiento. “Horror de horrores”, me digo en esa cercana distopía, la ciudad ya consagrada al terrorífico sino del turismo de masas.

Durante mucho tiempo me alegré de que Hemingway no viniera a la Semana Santa de Sevilla, o al menos que se sepa, y sí decidiera ponerse fino en los sanfermines con sus amigos toreros para acabar escribiendo “Fiesta”. Culpo, no soy el único, al escritor de promocionar mundialmente los encierros y me lamento de cómo Andalucía, encima sin un texto como ese, ha llegado al envilecimiento de chiringuito “non-stop” actual.

Todo empezó con la EXPO’92, me explico, cuando Alejandro Rojas-Marcos en un ataque de “celitis” entendió que como los sevillanos no tenían pabellón propio en la Isla de la Cartuja sus calles, plazas, bares y monumentos se abrirían a los visitantes. Este mal no es endémico de las orillas del Betis.

Andalucía, al completo, va camino de convertirse en un parque temático de 1.000 kilómetros de costa al sur de Europa, donde los andaluces, además de dedicarse a los servicios, celebren su día a día condicionados por las demandas de los turistas. Ya se han habilitado casetas en la Feria de Abril para que los guiris se encuentren a gusto y se ha pitado a cofradías por no salir a la calle. El público paga, pensaran, y tiene derecho a exigir su mercancía.

Hace unas semanas una pareja de turistas me preguntaba cómo vivían los sevillanos en el corazón de la ciudad y si mantenían sus costumbres. Me sentí como si perteneciera a una tribu norteamericana, acogido en una reserva y esperando la llegada de los visitantes para entonar la danza de la lluvia, coronado de plumas y bailando al son de un tambor.