La entrevista |
Ana Duato: «Cada función cambia según el público: ahí está la magia del teatro»
Se sube a un escenario en Sevilla más de 25 años después para interpretar, junto a Darío Grandinetti, "La Música"
Mañana, 7 de junio, en el Cartuja Center de Sevilla, Ana Duato se sube al escenario con Darío Grandinetti para presentar «La Música», adaptación de un texto de Marguerite Duras dirigida por Magüi Mira. Esta obra supone su regreso al teatro tras más de dos décadas centrada en la serie «Cuéntame».
¿Qué le atrajo de «La Música» y qué ha supuesto este regreso?
Tenía muchas ganas de hacer teatro tras más de 25 años. Mi última experiencia fue con «El hombre elefante» (Mariano Barroso), y estos años «Cuéntame» y la maternidad me ocupó el tiempo. Cuando apareció «La Música» con Magüi Mira como directora y Darío Grandinetti, supe que era el momento: emoción, silencios sugerentes y un lenguaje poético perfectos.
La obra plantea un reencuentro tras un divorcio, cargado de silencios y emociones. ¿Qué ha sido lo más complejo?
Los ensayos con Magüi han sido intensos. Ella, como directora-actriz, me obligó a «abrirme en canal»: mantener los sentidos despiertos para hallar matices en cada pausa. Anne, mi personaje, es muy fuerte y a la vez vulnerable. Duras escribió contradicciones sobre vida, muerte, amor, desamor, destino y azar; sostener esa tensión cada función es lo más difícil.
Trabaja con Darío Grandinetti, actor de trayectoria imponente. ¿Cómo ha sido construir esta relación escénica?
Trabajar con Darío ha sido muy fácil, porque ambos compartimos el compromiso con la verdad dramática. Cuando colaboras con un actor de su talla y con una directora como Magüi, todo fluye de forma orgánica. En los ensayos, jugamos y probamos constantemente, nos equivocamos y volvemos a probar, lo que hace que la conexión crezca día a día. Luego, cada función cambia según las reacciones del público, y eso da vida a la pareja sobre el escenario: cada vez somos diferentes, cada vez experimentamos algo nuevo.
Magüi Mira dirige este montaje. ¿Qué ha aportado su mirada y dirección?
Magüi tiene este proyecto guardado desde hace muchos años y estaba muy ilusionada con llevarlo a cabo. Incluso pensó en interpretarlo ella misma en un principio. Su mirada es clara: trabaja con la belleza y la verdad de la puesta en escena. No solo cuida a los actores y el texto, sino que la escenografía y la luz se convierten en protagonistas. En nuestro caso, el espacio en el que la pareja va a firmar el divorcio se siente casi como un personaje más. Magüi establece conexiones entre la obra y el universo de Duras, y añade capas de reflexión sobre la independencia y la igualdad, temas que, como ella comenta, remiten a la generación que luchó por esos valores. Su dirección me ha permitido explorar con libertad la contradicción del personaje: una mujer fuerte marcada por un amor imposible.
Dicen que «La Música» habla de lo que fue y de lo que no pudo ser. ¿Invita a reflexionar sobre vínculos amorosos que perduran?
Sí. Lo que debía ser un trámite se convierte en exploración de recuerdos, silencios y pasiones. Habla de romances que persisten tras la ruptura y de huellas que forman parte de nuestra identidad. He visto a jóvenes y adultos sentirse «tocados»: incluso sin vivir esa experiencia, perciben el peso de los vínculos humanos y salen con preguntas sobre amor, tiempo y segundas oportunidades.
Ha trabajado con nombres del cine (Pilar Miró, Mario Camus, Gracia Querejeta…). ¿Qué diferencia nota al volver al teatro?
Son experiencias muy distintas. En cine llegas al plató a las ocho de la mañana y afrontas varias escenas clave sin margen de ensayo. Cada plano exige precisión rápida. En teatro, el ensayo es prolongado: exploras, te equivocas y creces en un espacio vivo. Luego cada función cambia con el público; la relación actor-espectador es directa: escuchas respiraciones, latidos y reacciones en tiempo real.
Sevilla es parada clave. ¿Algún recuerdo especial vinculado a su público?
Sevilla significa alegría, arte y vivacidad. El público es apasionado y cercano: siempre responde con calidez y generosidad. Recuerdo pasear por sus callejuelas, disfrutar de sus tradiciones y su gastronomía. Nos emociona volver al Cartuja Center, un espacio amplio donde sentiremos su energía.
En una era de pantallas e inmediatez, ¿qué aporta el teatro que ningún otro formato ofrece?
El teatro es el arte del presente: sucede «ahora» y te exige estar ahí, abierto de corazón y mente. El teatro ofrece un respiro: una experiencia compartida en la que los silencios y las respiraciones valen tanto como las palabras. Eso es lo maravilloso: te conectas con tu propia humanidad y con la de quienes están a tu lado en la sala.
Duras dijo que «La Música» era un intento de reescribir la partitura del amor. ¿Qué lectura personal haces de ese intento?
Ese afán refleja revisar los acordes de una vida amorosa rota. Para mí, el corazón de la obra está en comprender por qué el amor no funcionó y aceptar que algunas pasiones persisten tras la separación. Anne lucha por su independencia, pero su vulnerabilidad muestra la contradicción humana: querer liberarse de algo que, paradójicamente, te ha definido.
Ha interpretado mujeres muy distintas. ¿Qué te ha enseñado Anne?
Que la búsqueda de libertad no está reñida con la huella de un gran amor, que los lazos emocionales persisten, incluso cuando intentas cortar el cordón, y que, al envejecer, las experiencias pasadas se integran en quién eres. Esta mujer es fuerte pero también vulnerable: me hizo reflexionar sobre la fragilidad de nuestra libertad cuando el corazón sigue rememorando lo que pudo haber sido. Asimismo, comprendí lo valioso de aceptar las cicatrices emocionales y, desde ahí, construir una nueva partida para el presente.