"Caso Marta del Castillo"
Carcaño: trabajo en la panadería y vis a vis con su novia en prisión
El único adulto condenado por la muerte de Marta del Castillo cumple 14 años desde su detención, hará 34 años en abril y le quedan siete de pena
«Total normalidad». Con estos términos definen desde el entorno penitenciario la situación de Miguel Carcaño en la prisión de Herrera de La Mancha, en Ciudad Real. Carcaño sigue en el módulo 2 de la prisión, que es de respeto. «Es un interno que lo lleva muy bien», perfectamente adaptado. «No da ningún problema». Miguel, además, trabaja en la panadería, donde recibe un sueldo mínimo que, al menos durante un tiempo, fue utilizado para pagar la indemnización y el pago de la búsqueda a los que fue condenado tras el crimen. La panadería de la prisión está en su propio departamento, según pudo saber LA RAZÓN. Tiene pareja y comunica vis a vis con ella. «O sea, todo muy normal», señalan las fuentes consultadas, dentro de lo que es la vida penitenciaria.
Miguel lleva en la cárcel desde el 16 de febrero de 2009, tras ser detenido el día 13 de ese mes hace 14 años por el asesinato y la desaparición de la joven sevillana. En la cárcel, a las 8:30 horas tiene fijado el desayuno. De 9:00 a 9:15, comienza las actividades. A las 13:00, se almuerza. A las 13:30, se sube de nuevo a la celda. Una hora después, vuelve a las actividades, hasta alrededor de las 19:00 que se cena, según fuentes de la prisión. A partir de las 19:30, los presos regresan a sus cuartos. Carcaño estudiaba ESO y «se aplicaba bastante», está «en un módulo normal, junto a unas 50 personas», tras un tiempo inicial apartado por seguridad. Eso sí, «no está con reincidentes». «Participa en un partido, si quiere, o juega al parchís, al ajedrez, al tenis o al frontón». Fuera de su tiempo libre, «limpia su celda y los patios» y va «a los talleres ocupacionales». Aunque el saber popular dice «en ningún sitio como en casa», la familia de Marta del Castillo, a veces, no puede evitar pensar que Miguel Carcaño vive mejor en la cárcel que en la propia calle.
La de Herrera de La Mancha es una cárcel antigua construida para concentrar presos etarras a comienzos de los 80, señala InfoPrisión. Se trata de un centro de máxima seguridad, con los patios y pasillos dispuestos con senderos de colores que antiguamente marcaban los recorridos de los internos. Cuenta con patios de dimensiones reducidas y con un desnivel marcado sobre el resto del módulo. Las celdas son de unos siete metros cuadrados -de las de menor tamaño del circuito penitenciario, apunta InfoPrisión-, "con un servicio dividido por un tabique, y extrañamente dotado de inodoro y lavamanos". Tiene también dos literas y escasa baldas y las duchas están en los patios, "junto al tigre". Las instalaciones, en general, se han quedado obsoletas. El centro tiene capacidad para medio millar de internos.
Miguel Carcaño estrechó la mano del padre de la víctima, Antonio, en la cárcel ya en la prisión de Herrera de La Mancha y desde entonces, año 2017, mantiene la versión de que fue su hermano quien mató a Marta cuando ésta medió en una pelea entre ambos por los impagos de la hipoteca. Facilitó incluso información a la familia sobre los chanchullos para lograr ese préstamo, supuesto desencadenante de la muerte. En alguna ocasión, en un narcisista diagnosticado como él, se ha barajado incluso que algunas de sus versiones fueran para exponerse ante las cámaras de TV.
Los implicados en el crimen de Marta hace 14 años vieron truncadas sus vidas aunque algunos, por momentos –aquellas «pasarelas del crimen» en los juzgados–, parecieron disfrutar con su «nueva vida» y la fama sobrevenida. La familia de la víctima considera que todos los implicados conocen el paradero del cuerpo. Judicialmente, solo fueron condenados el asesino confeso Miguel Carcaño –que ha ofrecido por encima de siete versiones del crimen, culpando a su hermano en la última– por la jurisdicción de adultos y Javier García Marín, conocido como «El Cuco», por la vía de menores.
Carcaño podría haber cubierto el itinerario narrativo de algún personaje de Dickens. El asesino confeso de Marta cumplirá 34 años el 14 abril, un día y un mes después de la fecha en que lo detuvieron. «Si le reñías, obedecía», según su director en el CP Arias Montano. Después pasó al IES Cervantes –cerca de la calle León XIII, donde murió Marta–, siempre con Samuel Benítez. A los 16, se puso a trabajar. Sin ser un delincuente, tenía antecedentes al ser detenido en un coche robado. Miguel se inventaba un pasado y fabulaba ante sus amigos, cuando la realidad es que había días en los que apenas comía. Pedía dinero a las vecinas y siempre lo devolvía. Contaba que su padre estaba en Italia o muerto. Tenía arrebatos violentos, como golpear papeleras o quemar una sudadera por celos. Mantenía relaciones con varias chicas. Normalmente, menores. Salió un mes con Marta del Castillo. La víctima lo dejó, presionada por su entorno. Seguían viéndose como amigos e iban al piso de León XIII, primero embargado, luego comprado por los padres de Marta para ofrecerlo como incentivo para la verdad en la búsqueda del cuerpo y finalmente vendido. El vínculo entre Marta y Miguel resultó mortal.
Según sus vecinos, Miguel heredó el mal humor de su madre, Felisa Delgado, una mujer en silla de ruedas, que vendía cupones y con varias relaciones que la abandonaron. De ellas, nacieron Francisco Javier y Miguel. Dicen que era como «el monaguillo de su madre». Le recuerdan empujando la silla, con Felisa, de gitana o mantilla, camino de la Feria o la Semana Santa. Su madre murió en 2007. Con 18 años, Carcaño vivía solo en el bajo C de León XIII. Se convirtió en el rey de la pandilla. Limpiaba cristales en un bingo del barrio de Los Remedios. Entraba a las 5:00. Tenía una scooter roja. Juan Manzorro, su compañero, era la pareja de la madre de su ex novia, Rocío, la menor de 16 años que realizó una tourné televisiva. Carcaño le daba lástima y se lo llevó a vivir a Camas. Miguel explotó el papel de víctima, también ante el juez de Instrucción en contraposición a la arrogancia de Samuel Benítez. Tenía un lado apocado, pero también seductor. Era común verlo en Tuenti -la antigua red social-, posando ante el espejo, con gafas de sol y lentillas. En prisión, ya recibió decenas de cartas de admiradoras. Pidió verse con una, pero se le denegó. También crearon un blog de fans.
En la prisión de Morón de la Frontera ya trabajó en el economato. También se ocupó de la limpieza. Entonces no aprobó el examen para Secundaria y estuvo apartado de los reclusos, por seguridad. El protocolo de suicidio se relajó al poco tiempo. Atrás quedó un intento no del todo creíble. Lo que pasa por la mente de Carcaño es un misterio. Los psicólogos rechazaron cualquier alteración, pero parece que no sigue parámetros comunes. Su antigua abogada le dijo «barbaridades para sonsacarle dónde está el cuerpo». Ella piensa que es posible que no sepa el paradero. «No es normal», subraya. Su identidad se funde con la tormenta de la noche del crimen. Carcaño ha pedido más de 30 veces salir de la cárcel y todos los permisos fueron rechazados. Le quedan siete años de cárcel. Los padres de Marta lamentan que ellos sí han sido condenados a «una pena perpetua».
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