Tornaviaje
Hay Rey
Carlos Pérez-Ariza: "Las izquierdas constitucionales, ahora extremas, quieren una monarquía suave sin ejercicio en el Estado o una nueva República libertaria"
El rey ha centrado su reciente verbo en Constitución y unidad de España. En Navidad y en la Pascua Militar lo ha centrado. Les ha caído mal a los augures de la secesión y a los que sostienen al primer ministro. Los PSOE han hecho suyo el primer discurso real. En apropiarse de lo que les conviene son audaces. La oposición del centro-derecha ha aplaudido en solitario, cada uno por su lado. Ambos discursos han sido un misil a la línea de flotación de los que agitan la discordia.
Desde su corsé político el rey ha llegado al límite de lo que le permiten. Sabe que en el escenario español se representa una obra post Transición inédita y peligrosa. Ha asumido el riesgo que le corresponde: salvar la unidad de España. Más no puede hacer. El rey sostiene que nuestra Constitución ha sostenido la convivencia y ha favorecido un marco de estabilidad política. Hasta ahora, cuando voces oscuras arman un discurso contrario. George Orwell ya anunció esa táctica en 1984. Las palabras no significan lo que enuncian, sino todo lo contrario. Adalides del progresismo, nada vislumbra que lo sean. Especialistas en ingeniería social imponen la polarización empezando por negar el uso general de nuestro idioma. Si cae el castellano, los objetivos ideológicos triunfarán por añadidura. El Gran Hermano vive en el palacio de gobierno.
El progreso no está basado en el cisma. Ejemplos hay en la Historia. En el panorama mundial a España le conviene estar más unida que nunca. Toda separación territorial debilitará a esas entidades y España, que lleva más de cinco siglos siendo la nación más antigua de Europa, se quedará para los libros de historia o, tal vez, ni eso. El rey sabe lo que se juega. Su responsabilidad es tanto, salvar el concepto histórico de España –su significado en la civilización occidental–, como resguardar la corona, que percibe está en peligro. Las izquierdas constitucionales, ahora extremas, quieren una monarquía suave sin ejercicio en el Estado o una nueva República libertaria. El cielo está encapuchado.
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