Estreno
Animación sobrenatural
«El alucinante mundo de Norman» no sólo es un filme de zombies para niños, sino que también muestra con crudeza el acoso a los menores
Parece que al cine de animación le ha dado por los perdedores (y también por lo gótico). A pesar de las conexiones con otros títulos recientes, la productora de «El alucinante mundo de Norman» reivindica su autenticidad. Para empezar, con la técnica, pues no se trata del típico filme animado: «No tenemos nada en contra de los ordenadores, que son capaces de hacer cualquier cosa. Pero, a veces, quien lo maneja tiene un abanico de ideas reducido. En el stop motion hay un artista moviendo a su obra cada segundo y eso le da un encanto y una belleza muy diferente», comenta el productor Phil Knight. A diferencia de otros estudios, Laika no se ha dejado seducir por los avances cibernéticos y prefiere rodar con muñecos de plastilina plano a plano, que es en lo que consiste la técnica. Aunque existen algunos retoques digitales, el truco para la tangibilidad de estas figuras fue un rodaje con 70 cámaras digitales que permitieron captar cada textura y movimiento de este particular universo.
El acoso tal cual
El largometraje está dirigido por el tándem formado por Sam Fell y Chris Butler. El primero fue director de «El valiente Despereaux», mientras que Butler, que además es el autor del guión, acutó de supervisor del apartado gráfico de «El mundo de Coraline» y «La novia cadáver», de Tim Burton.
Norman es el chico más extraño de la clase. Con sus orejas de soplillo, su pelo de punta y un brutal retraimiento, cuenta con todas las papeletas para que sus compañeros le humillen, y, de hecho, lo hacen sin compasión en plena América profunda. Pero, como a veces pasa, el raro acaba por convertirse en héroe. Su insólita capacidad para hablar con los muertos se vuelve más que útil cuando su pueblo sufre una invasión de zombies. El filme presta tanta atención a lo primero como a lo segundo, así que no ahorra a su potencial público infantil las aberraciones que pueden cometer los menores con sus compañeros de pupitre: «Durante la preparación del guión llegamos a la conclusión de que la muerte, el acoso escolar o la diferencia son temas que no se pueden dulcificar, porque están demasiado presentes en el ambiente infantil y, a veces, con desenlaces trágicos, por eso es bueno que las familias hablen de ello en sus casas», añade el productor. No es un detalle menor, ya que, según las últimas estadísticas, 4 de cada 10 niños que acuden a la escuela infantil en Estados Unidos sufren «bullying», país donde cada vez es más preocupante la cifra de suicidios adolescentes. Su objetivo es, por tanto, encontrar el perfecto equilibrio entre el entretenimiento y la defensa de algunos valores fundamentales dirigidos a la infancia, es decir, dejar algún poso en los espectadores sin que parezca un sermón.
Más allá de dar la premisa al oprimido para devenir héroe, en la que es más que evidente que sus creadores han preferido jugar al arquetipo que preocuparse en dotar de profundidad a cada personaje, los responsables de la cinta también ven en sus poderes un fuerte elemento metafórico: «Efectivamente, Norman es capaz de ver a los muertos y comucarse con ellos. Resulta un don de difícil aplicación, pero sirve de metáfora para cualquier rasgo que nos diferencia, sea el arte, una ideología política, una cultura o una orientación sexual. El conformismo no lleva a la grandeza. Hay que dejar volar aquello que nos distingue porque es lo mejor de nuestra individualidad», resume Knight.
Cazador cazado
Como toda persona escasamente convencional, Norman tampoco encuentra en casa la comprensión que cabría esperar, ni sus padres son capaces de ofrecerle los mimos necesarios, ni tampoco su hermana lleva bien que fuera de casa la relacionen con un ser tan asocial. Claro que todo esto cambiará cuando lleguen los muertos vivientes. Tampoco Norman es un bueno de una pieza. A menudo suele ocurrirle a los desvalidos que se enfrentan a otros débiles con las mismas armas con que le han atacado: «Norman empieza tratando a los zombies como los del pueblo le tratan a él, sin esforzarse por comprender qué es lo que les pasa y pensando que son como en las películas», apostilla el productor.
En este juego de espejos sobre la incomprensión, Norman sufrirá la persecución de Neil, otro marginado en clase que quiere, a toda costa, convertirse en su amigo. «Es eternamente optimista, mientras que Norman se lo guarda todo para sí mismo y no quiere que nadie le impida dejar de caminar cabizbajo; sin embargo, Neil es el que logra que el protagonista mire hace arriba».
En cuanto a la disfuncionalidad de la familia, los guionistas parecen haber tenido en mente películas como «Los Goonies» o «ET», pero en la estética que la envuelve está más presente la textura de las películas de serie B de los años 70, todo salpimentado de música funk.
Parece que a sus productores también les trae sin cuidado la corrección política, pues no solamente hacen al público menudo enfrentarse al fenómeno de la muerte, sino que juegan con múltiples referentes del terror sin el infantilismo de otras producciones.
La infancia oscura
La filosofía de Laika parece ir también contracorriente: «Animación parece que implica un género determinado y, si se mira históricamente, en los orígenes no era así. "Blancanieves"o "Pinocho"combinaban mucho mejor la parte oscura de sus relatos de lo que ahora se hace», asegura. Tampoco están muy preocupados por el corsé de las tendencias: «Cuando se empieza una película como esta, es mejor no estar pendiente de las modas, porque lo que estaba a la última cuando empezaste se ve antiguo cuando la acabas. Así que intentamos concebir algo único y duradero y hacerlo de la mejor manera posible», concluye a modo de mandamiento Knight.
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