
Mascotas
Vivir con perros o gatos ayuda a tu cerebro y se deteriora menos según un nuevo y gran estudio científico
Un estudio europeo de calado desvela cómo la convivencia con perros y gatos podría ser una herramienta de salud pública para la vejez

España se encamina a una sociedad más longeva. Las proyecciones del INE lo confirman: la población mayor de 65 años, que hoy supera el veinte por ciento, rozará el 30,5% en 2055. Sin embargo, hay una estrecha relación que podría mejorar las condiciones de vida de estas personas
Este envejecimiento, junto al descenso de la natalidad, multiplicará los casos de deterioro cognitivo y demencia. La Organización Mundial de la Salud estima que los diagnósticos de alzhéimer se duplicarán antes de 2050, haciendo de la prevención un asunto de salud pública prioritario. En este panorama, una investigación reciente apunta a una vía inesperada: convivir con un perro o un gato podría ayudar a conservar funciones cerebrales en la vejez.
Un estudio publicado en Scientific Reports ha analizado datos de más de 7.900 personas mayores de 50 años durante dieciocho años. Sus conclusiones asocian la tenencia de estos animales con una ralentización del deterioro en áreas como la memoria y la fluidez verbal.
El trabajo, liderado por la psicóloga Adriana Rostekova desde la Universidad de Ginebra, se basó en el estudio SHARE (Survey of Health and Retirement in Europe), un proyecto de considerable envergadura que abarca 28 países.
La convivencia con mascotas, un escudo cognitivo
Las conclusiones son de calado. Los resultados muestran que los dueños de perros presentan una menor pérdida de memoria inmediata y diferida con el tiempo. Quienes conviven con gatos, por su parte, tienden a mantener mejor su fluidez verbal.
Este efecto protector se observó incluso con niveles de partida cognitivos más bajos que en el grupo sin mascotas, reforzando la hipótesis de un papel activo en el sostenimiento de funciones cerebrales.
Además, no se apreciaron diferencias notables entre los distintos tramos de edad. Los beneficios se mantuvieron tanto en los participantes más jóvenes como en los mayores de 75 años, un dato de especial interés.
La autora principal subraya que el efecto no se debe a tener cualquier mascota, sino a la interacción frecuente y emocionalmente importante con perros y gatos. A diferencia de otras especies, la relación con animales que demandan atención y rutinas podría reforzar circuitos cerebrales clave.
Más allá de posibles efectos neurobiológicos directos, la clave reside en el refuerzo de lazos sociales. Los dueños de perros salen más, lo que puede amortiguar el aislamiento social, un factor que acelera el deterioro cognitivo. La presencia constante de un gato en casa puede suplir un entorno social enriquecido, sobre todo para mayores con redes relacionales limitadas.
Para los autores, este hallazgo tiene implicaciones de calado frente al envejecimiento global y el aumento de demencia. Podría respaldar políticas públicas que faciliten la tenencia responsable de animales por parte de personas mayores, como ayudas para seguros veterinarios o la adaptación de residencias.
Los investigadores sugieren continuar explorando los mecanismos concretos detrás de este efecto y cómo aprovechar esta relación para mejorar la calidad de vida en la vejez.
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