En el corazón del Maestrazgo

'National Geographic' profundiza en el pueblo de la luz y el asfalto, Teruel, por estos motivos

Su mirador el Balcón de los Forasteros esconde una leyenda que poco gustará a los animalistas

Villarluengo, Teruel
Villarluengo, TeruelGoogle Creative Commons/UN SOÑADOR POR LAS CUMBRES: Villarluengo

¿Por qué le llaman en Villarluengo a su mirador el Balcón de los Forasteros? Pues la razón de su nombre es muy peculiar, ya que hace honor al recuerdo de aquel forastero que fue capaz esquivar con picardía la cornada de una vaquilla en sus fiestas populares. Tan intuitivo y rápido fue que el pobre animal se precipitó barranco abajo. En cualquier caos, se trata de una leyenda, como tantas que circulan en el corazón del insondable Maestrazgo de Teruel.

El mirador de majestuosas vistas a la naturaleza está en la plaza de la Murada, punto neurálgico del pueblo en la Edad Media. Desde este enclave tan estratégico, las sierras de Carrascosa, Garrucha, La Cañada y las muelas de Mochén y de Mujer conforman un espectacular anfiteatro natural donde lo virgen de sus bosques es interrumpido por la dura roca.

Enclave estratégico en tiempos de guerra

Un ‘balcón’ desde el que el vértigo rápidamente se apodera de cualquier turista, porque debajo no hay nada: una pared vertical al abismo evidencia que este pueblo aragonés se ubica en un espolón de rocas calcáreas ubicado a 1.130 m de altitud.

En tiempos de confrontación entre los reinos cristianos y musulmanes, era necesario aprovechar los beneficios de la agreste orografía turolense para asentar los pueblos. Por ello, Alfonso II de Aragón eligió sitios como este promontorio de roca para que la Orden del Santo Redentor creara nuevos núcleos poblacionales.

En 1197 los templarios absorbieron los bienes de esa orden, convirtiendo a Villarluengo en un relevante punto como puesto de avanzada. Su imponente Arco de Muralla es el único monumento arquitectónico de aquella época.

Segunda orden que también acabó desapareciendo, ya en 1312. En este momento de la Historia, los Caballeros de San Juan de los Hospitalarios conseguirían el control de la villa y una parte importante de la comarca hasta 1811. La iglesia Nuestra Señora de la Asunción (s.XVIII-XIX), templo neoclásico de gran tamaño, es uno de sus mayores atractivos que todavía hoy se conservan perfectamente.

Sin embargo, los residentes de Villarluengo no han podido preservar todo su nutrido patrimonio histórico-artístico. Desgraciadamente, del convento de Monte Santo solo quedan algunas ruinas. Edificado en 1540 y de relevante importancia para la comunidad religiosa en Teruel, terminó destruido en 1840 durante las cruentas guerras carlistas.

La primera fábrica de papel de España, aquí

El pueblo de la localidad aragonesa de 163 habitantes, según últimos datos del INE (Instituto Nacional de Estadística), principalmente agrícola, dará un salto impensable gracias a la construcción de la primera fábrica de papel continuo de España (siglo XVIII) a tan siete kilómetros del encantador pueblo.

Fue la génesis de lo que no mucho más tarde se conocería en el Maestrazgo como Las Fábricas, una colonia industrial con casas para 200 trabajadores, además de otros servicios como una capilla, tiendas o una escuela. Un siglo generando riqueza a Villarluengo y otros pueblos próximos que viró a fines del siglo XIX hacia el sector textil, que incluso implantó otras dos plantas más. Villarluego, gracias a todo ello, sería el primero de la comarca en contar con agua corriente y calles encementadas y el segundo de la provincia en tener luz eléctrica.

De 1.800 habitantes, entonces, a sus pocas decenas en la actualidad. Pero sus encantos y, sobre todo, sus gentes hacen que la industrialización de entonces sea el exitoso turismo de hoy. Historia, patrimonio y naturaleza se fusionan en Villarluego.