Historia
El rey de Aragón que conquistó Menorca y aparece en la Divina Comedia
Alfonso III conocido como "el Liberal" quiso consolidar la Corona en el Mediterráneo y tuvo que enfrentarse a la nobleza aragonesa, además tuvo uno de los reinados más cortos de la historia de Aragón
Alfonso III de Aragón fue un monarca destacado de la Corona de Aragón cuyo reinado, aunque breve, tuvo un impacto significativo en la consolidación del poder aragonés en el Mediterráneo y en la política europea de su tiempo. Nacido en Valencia en 1265, Alfonso III fue el hijo primogénito de Pedro III el Grande y de Constanza, hija del rey de Sicilia, Manfredo. Su vida y su legado están marcados por la conquista, la diplomacia y su mención en la célebre obra de Dante Alighieri, "La Divina Comedia".
Alfonso III: un príncipe activo en la política
Desde una edad temprana, estuvo profundamente involucrado en la política de la Corona de Aragón. En 1280, fue reconocido oficialmente como heredero al trono, y pronto comenzó a desempeñar roles significativos en la administración del reino. Durante la rebelión de una facción de la nobleza catalana, el joven Alfonso actuó en nombre de su padre, logrando sofocar la insurrección tras la toma de Balaguer.
En 1282, cuando Pedro III partió para conquistar Sicilia, Alfonso asumió el control de los reinos de su padre, demostrando su capacidad como gobernante. En 1285, defendió exitosamente los condados catalanes del ataque del rey francés Felipe III, venciendo a las tropas francesas en la batalla del Collado de las Panizas.
Conquista de Mallorca y Menorca
Uno de los logros más notables de Alfonso III fue la conquista de las islas de Ibiza y Mallorca, arrebatadas a su tío Jaime II de Mallorca. Esta acción consolidó la influencia aragonesa en el Mediterráneo y convirtió al reino de Mallorca en un territorio tributario de la monarquía aragonesa.
En 1287, Alfonso III emprendió la conquista de Menorca. La isla, gobernada por el almojarife Abû’Umar, se había convertido en un refugio para piratas y un aliado de Túnez y Francia. Las tropas aragonesas desembarcaron en Mahón y, tras un breve conflicto, obligaron a los musulmanes a rendirse en Santa Águeda, consolidando así el control aragonés sobre Menorca.
Enfrentamientos con la nobleza y el privilegio de la unión
El éxito de Alfonso III en el Mediterráneo y su consolidación del poder provocaron tensiones con la nobleza aragonesa, que se sentía desplazada y agraviada. Los nobles llegaron a amenazar con otorgar el trono a Carlos de Valois, apoyado por el Papa. Para calmar la situación, Alfonso concedió el Privilegio General de la Unión, un acuerdo que garantizaba el equilibrio entre la monarquía y la nobleza, permitiendo a los nobles negar la obediencia al rey si este incumplía el privilegio.
En 1289, durante las cortes celebradas en Monzón, Alfonso III logró reforzar su poder al recibir el apoyo de los estamentos catalanes y valencianos, quienes refrendaron el Privilegio General, disolviendo así la Unión de 1287.
Tratados y Diplomacia Internacional
El reinado de Alfonso III también estuvo marcado por importantes logros diplomáticos. En 1291, se firmó el Tratado de Tarascón, que restableció la normalidad religiosa e institucional en Aragón al revocar las condiciones impuestas por el papado y levantar la excomunión del rey. Este tratado también reconoció los derechos del monarca sobre Mallorca y renunció a sus reclamaciones sobre Sicilia.
Además, Alfonso intentó controlar varias plazas en el norte de África y firmó un tratado comercial con el emperador bizantino Andrónico II, permitiendo a los mercaderes aragoneses comerciar en el Imperio Bizantino.
Muerte y legado
Falleció el 18 de junio de 1291 en Barcelona a los 27 años, sin haber tenido descendencia, ya que nunca consumó su matrimonio con Leonor, hija de Eduardo I de Inglaterra. Su muerte prematura llevó al trono a su hermano Jaime II. El rey fue sepultado en el Convento de San Francisco, y tras su demolición en 1835, sus restos fueron trasladados a la catedral de Barcelona.
El legado de Alfonso III perdura no solo en los logros territoriales y diplomáticos de su reinado, sino también en su aparición en la Divina Comedia de Dante, donde es representado como uno de los monarcas responsables del caos de la Europa del siglo XIII, sentado a las puertas del purgatorio.
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