Un reino de servidumbre
Los Reyes Católicos y sus 500 criados o más: un libro describe ahora la función clave del veedor, sirviente olvidado por la Historia
'Eso no estaba en mi libro de los Reyes Católicos', de J. Uceda, explica la predilección de Isabel por la perdiz y su odio al ajo
Los Reyes Católicos son recordados por sus grandes logros históricos, como la unificación de los reinos y el descubrimiento de América, pero poco se sabe de su vida en palacio. Esta era más nómada que estática, pues viajaban constantemente por sus reinos. Esta movilidad era esencial para su gobierno, ya que su presencia directa era necesaria para resolver problemas, negociar con la nobleza y supervisar asuntos de estado. Eso sí, siempre acompañados por una generosa comitiva de sirvientes, consejeros y soldados que conformaban la Casa Real y la Corte.
El coste de esta corte móvil era inmenso. La Casa de la Reina, que llegó a tener más de 500 personas a su servicio, ascendía a unos 25 millones de maravedís al año, mientras que la del rey costaba cerca de 10 millones. Estos gastos se sufragaban mediante salarios en dinero o en especie (comida, ropa y alojamiento), conocidas como 'raciones', que eran minuciosamente controlados por los contadores reales para evitar malversaciones.
La comitiva convertía en palacio cualquier granero
Cuando los reyes se trasladaban, la logística era monumental. Cientos de mulas y carros transportaban muebles, tapices, documentos y provisiones. Un aposentador real y sus ayudantes se adelantaban a la comitiva para encontrar y acondicionar los alojamientos para la noche. Aunque solían hospedarse en castillos o palacios, en ocasiones debían refugiarse en casas de ciudadanos o incluso en graneros. Aun así, se las ingeniaban para transformar estos lugares, cubriendo suelos con alfombras y paredes con tapices, y perfumando las estancias para darles una apariencia digna de la realeza.
La corte estaba estructurada jerárquicamente con oficios de gran relevancia. El cargo de mayordomo mayor era el más alto en la Casa Real y lo ocupaba un noble de confianza, con autoridad sobre todo el servicio. Gonzalo Chacón, a quien Isabel llamaba cariñosamente "padre", desempeñó este puesto durante toda su vida. Otro cargo muy codiciado era el de camarero mayor, jefe de la servidumbre directa del rey, encargada de asistirle en sus estancias privadas, como el guardarropa o el retrete, que en realidad era una sala de estar donde el monarca se retiraba para relajarse y atender asuntos privados. Isabel tenía su propia camarera mayor, Clara Álvarez de Alvarnáez, esposa de Gonzalo Chacón. A pesar de su fama de austera, Isabel era muy coqueta y cuidaba su higiene personal con gran esmero, algo poco común en la época.
Cualquier banquete era una gran procesión ceremonial
La comida y los banquetes también estaban regidos por un protocolo estricto. Un gran grupo de servidores se encargaba de todo lo relacionado con la alimentación, desde el veedor, que compraba las provisiones, hasta los cocineros y reposteros. El traslado de la comida desde la cocina era una procesión ceremonial, y en el comedor, el protocolo era riguroso.
El maestresala supervisaba todo, asegurando el orden y la etiqueta. Los comensales comían con las manos (los cubiertos no eran comunes), pero se valoraba la pulcritud y la moderación. La comida, que mezclaba influencias romanas, visigodas, árabes y judías, se basaba en carne de caza y ganado. Los reyes, en sus comidas cotidianas, preferían menús sencillos y frugalidad, aunque en ocasiones especiales disfrutaban de manjares elaborados. Isabel, por ejemplo, tenía una especial predilección por la perdiz, el carnero y salsas como la mirrauste, mientras que detestaba el ajo. Fernando, por su parte, era moderado en sus comidas, pero mostraba una gran afición por los dulces.
En resumen, la vida diaria de los Reyes Católicos estaba marcada por los viajes constantes, siempre apoyados por un servicio excelentemente organizado y un estricto protocolo que se aplicaba desde los actos de gobierno hasta la mesa. Ahora, el libro de 'Eso no estaba en mi libro de los Reyes Católicos' del historiador Juan Uceda profundiza en este y otros asuntos relacionados con la monarquía de Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla.