Fotografía
La otra realidad de Chema Madoz
Una exposición en el Real Jardín Botánico reúne sesenta de sus imágenes que giran en torno a la idea de naturaleza
En las fotos de Chema Madoz el blanco y el negro son dos elementos más de un enfrentamiento que, en lugar de separar, funde los objetos retratados en una nueva realidad. Para el fotógrafo madrileño, la ausencia de color abre las puertas a una realidad alternativa –una «recreación de la realidad», en sus palabras– en la que los límites de lo posible se disuelven. Del otro lado de esa puerta una avestruz puede posarse sobre un huevo inmenso y enterrar en él la cabeza. Una bandada de mariposas logra convertirse en las flores de un ramo y un árbol es capaz llorar notas musicales. Una aguja puede, también, tejer gotas de agua. Esa es la tarea de este fotógrafo: descubrir y tirar de los hilos invisibles que hilvanan a dos objetos entre los que, aparentemente, no hay relación alguna.
«No sé atribuir la cita, pero decía un artista que en el momento en que reúnes dos elementos, cuanto mayor sea la distancia entre ellos, mayor es la tensión que se crea en la imagen. Algo de cierto hay en ello», afirma Madoz. Ante la tensión de las suyas el ojo se detiene, duda y, en esa pausa, se sorprende al redescubrir lo cotidiano. Y qué difícil es hoy sorprender.
En la nueva exposición de su obra en el Pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico ocurre el milagro ya no solo con los objetos del día a día, sino específicamente con la naturaleza. Tres parches de césped sugieren las teclas de un piano, y una nube, la copa de un árbol. Una maleta de la que asoma un paisaje de montañas se convierte en sinónimo de patria, trae a la boca la palabra terruño.
«Fue un verdadero hallazgo reparar en la cantidad de imágenes que giraban en torno a la idea de naturaleza. Siempre había tenido una conciencia relativa de mi interés por ello, pero nunca lo había visto en conjunto –confiesa Madoz–. En ese sentido, estoy encantado porque cuando se habla de mi obra se hace hincapié en la importancia del objeto en ella, pero esta muestra abre las posibilidades del trabajo y lo lleva a un ámbito que, por su propia naturaleza, y valga la redundancia, tiene que ver más con un ejercicio poético».
Poesía creada, vale la pena recordarlo, sin el uso de Photoshop. «Es una herramienta interesantísima, lo que pasa es que coloca a la imagen en un territorio en el que todo pasa a ser posible. Me interesa más abordar la imagen desde los propios límites que nos impone la realidad», asegura al respecto el fotógrafo. En ese juego de sobrepasar los límites todo está controlado: cada imagen es una composición exacta que, en su perfecto equilibrio, hace patente la fragilidad del mundo que habitamos.
Sobre esa forma de trabajar, Madoz afirma: «En los inicios de mi trabajo, salía a la calle e intentaba fotografiar todo aquello que me rodeaba, hasta que caí en la cuenta, con el paso del tiempo, de que, en realidad, aquello con lo que estaba esperando tropezarme era algo que ya estaba en mi cabeza. Ahí doy el salto y decido prescindir del azar».
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