Salud

Día tras día

Me encanta seguir vivo

Llega un momento en la vida en que es posible que todo se haga por última vez
Llega un momento en la vida en que es posible que todo se haga por última vezlarazon

Me encanta seguir vivo

Me vino esta tarde a las mientes un fragmento de la última entrevista concedida por Philip Roth al “New York Times” antes de morir... “Ahora es sorprendente estar todavía aquí al final de cada día. Meterme a la cama por la noche, sonreír y pensar: “Viví un día más”. Y luego es sorprendente despertar ocho horas después, ver que es la mañana del día siguiente y que sigo aquí: “Sobreviví otra noche”. Pensarlo me hace sonreír otra vez. Me duermo con una sonrisa y me despierto con otra. Me encanta seguir vivo. Además, cuando esto sucede, como ha sido semana tras semana y mes tras mes desde que comencé a cobrar mi pensión, produce la ilusión de que nunca terminará, aunque por supuesto sé que puede hacerlo en cualquier momento. Ya veremos cuánto me dura la suerte”. Entiendo a Roth. Cuando se dobla el cabo de los 80 años, vivir es un negocio incierto. Llega un momento en la vida en que es posible que todo se haga por última vez. El último coche. Los últimos zapatos. El último libro. El último hijo. La última novia. Y, sin embargo, ya lo dijo Serrat: “Un día más, que se va colando de contrabando”. ¿Por qué no escribir y vivir cada minuto como si fuese el último de la propia existencia? Roth, por ejemplo, encarnó la idea del escritor total, y la dedicación a su oficio exigía de él, como en el caso de Kafka o Dostoievski, una entrega sin fisuras, casi un sacrificio. Su vida, como la mía, fue un juego de alto riesgo. Escribir es un oficio de samuráis. Siempre creí que la vida está en los libros. Lo creía cuando sólo era un joven que únicamente buscaba el futuro mientras el mundo salía a mi encuentro. Y lo pienso ahora. “Ars longa, ¿vita brevis?” Arte de vivir y de morir. Qué importa. La existencia se torea. Parar, templar, mandar, ligar, cargar la suerte y volcarse sobre los morrillos del toro de la vida y del más allá. Lo único importante es que el tiempo que toca vivir se viva con juventud. Vivir es una explosión: la conciencia se abre al mundo exterior. Envejecer es lo contrario: una implosión que no deflagra hasta el momento de la muerte, pero que estrecha el zoom de la conciencia. ¿Y luego? ¿Por qué el ser y no, más bien, la nada, se preguntaba Heidegger? Yo pregunto: ¿por qué la nada y no, mejor, el ser? Morir es ver el mundo con el telescopio vuelto del revés. Posdata: ¡pero si yo ni siquiera cobro pensión!