Medio Ambiente
Arrecife: Unas 500 especies colonizan las tuberías de una antigua central
Pulpos, sepias o besugos habitan los restos de esta planta térmica del río Besòs formando un parque de arrecifes artificiales que abrirá sus puertas a los ciudadanos próximamente
Pulpos, sepias o besugos habitan los restos de esta planta térmica del río Besòs formando un parque de arrecifes artificiales que abrirá sus puertas a los ciudadanos próximamente
La central térmica de Sant Adrià del Besòs se construyó en 1912 como planta de producción eléctrica de quema de carbón. Desde entonces su evolución ha ido pareja a la del entorno del río Besòs, de alta concentración histórica en producción de energía, y también a la evolución del uso de combustibles a lo largo de este siglo. En 1950 se transformó en central alimentada por fuel pesado y en el año 2002 debido a un acuerdo con la Administración, se pasó a utilizar gas natural. Eso porque la central pertenece a la zona metropolitana de Barcelona y el gas natural evita en gran medida la contaminación por azufre y reduce las emisiones de NOX.
La central echó el cierre definitivo en el año 2011 y la producción energética la asumieron cuatro grupos nuevos de ciclo combinado que se construyeron en la zona y que están desde entonces en funcionamiento.
La historia de esta planta describe un camino hacia la sosteniblidad medioambiental que ese mismo año comenzó una nueva etapa. Según el acuerdo con los ayuntamientos locales había que sustituir las centrales más antiguas y de peor comportamiento medioambiental por otras que utilizaran nuevas tecnologías con mejores rendimientos energéticos. Además, y una vez concluida la concesión marítima terrestre de la compañía que operaba la central, Endesa, las antiguas instalaciones que cerraban había que desmantelarlas, recuperando los terrenos y la zona marina donde estaba situada. «Se tuvo que analizar entonces lo que se tenía que quitar. En estos caso hay que revisar todos los planos, hasta los más antiguos que se tengan de las plantas. En esta zona ha habido instalaciones de producción eléctrica desde la primera década del siglo XX y eso nos ha obligado a consultar planos del año 1920. Los pantalanes, que son esas tuberías que van desde el mar a tierra y por las que se recogía agua del océano para refrigerar los grupos de producción energético, eran de 1913. Cuando bajamos a revisar lo que había bajo el agua, descubrimos restos de hormigón hundido de 1910 y de los años 30 y la sorpresa fue ver que habían sido colonizados por la fauna marina», explica Juan Ramón Obón, director de Control Técnico de Sant Adrià del Besòs de Endesa.
Conservación
En la zona de tuberías y hormigones en las que antiguamente se recogía agua se encuentran actualmente 500 especies animales (este martes, 22 de mayo, se celebra el Día Internacional de la Biodiversidad Biológica); peces y otros organismos propios de la zona: desde estrellas de mar a erizos, moluscos, sepias, doncellas, doradas, besugos, pulpos... «Entre las especies que se encuentran incrustadas o viven en las estructuras existentes hay algas pardas y calizas y más de 500 animales distintos y asociados, ya sean sésiles (sin ningún tipo de apoyo) o fijas al sustrato. Destacan esponjas, hidroideos, briozoos, poliquetos, antozoos, crustáceos como cirrípedos, e incluso colonias de tunicados. Como fauna móvil hay estrellas de mar, erizos y ophiuroideos (animales de cuerpo estrellado) y gran diversidad de crustáceos, además de moluscos, pulpos y sepias», detallan desde la compañía.
El descubrimiento de la recuperación del fondo marino y la diversidad de especies halladas (con una tasa de ocupación superior al 100%, teniendo en cuenta que los organismos se disponen en diferentes capas) hizo reflexionar a los responsables de la operación sobre la necesidad de proteger la zona. Así es como la eléctrica se reunió con los ayuntamientos de Badalona, Sant Adrià y el Consorcio del Besòs (formado a su vez por los ayuntamientos de Badalona, Barcelona, Sant Adrià, Santa Coloma de Gramanet y Montcada i Reixac) para firmar un convenio para la creación de un biotopo o parque de arrecifes artificiales que permitiera conservar la zona a lo largo del tiempo. «Habría sido más dañino para el ecosistema desmontar los pantalanes. Se desmantelaron las calderas de dentro de las chimeneas, los equipos mecánicos, las turbinas, los tanques de fuel, entre otra maquinaria», matiza Obón. Además, se conservó el bloque de hormigón que formaba el cabezal de los tubos de refrigeración de la primitiva central para que sirviera de isla para las aves, una vez se detectó que los cormoranes moñudos de la zona o las gaviotas de Audouin lo utilizaban.
Como parte del cierre de la central, también se han llevado a cabo operaciones de recuperación de los suelos aledaños. Una actividad que se denomina remediación y que supone el trabajo de miles de bacterias, que liberadas en el terreno son capaces de devorar los restos de fuel. «Lo fácil habría sido llevarlo a vertedero, pero se quería mantener la salud del terreno», dice Obón. Otro detalle curioso es que las tres chimeneas que definen el perfil de la central desde 1912 se han convertido en Bien Cultural de Interés Local.
El parque de arrecifes artificiales se abrirá al público previsiblemente en un año ya que el Consorcio tiene que solicitar al Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (Mapama) la concesión marítima terrestre. La eléctrica ha financiado tanto el proyecto técnico como los trabajos de adecuación para asegurar las condiciones óptimas para el submarinismo y destinará una partida para colaborar en acciones de vigilancia y control. Por su parte, el Consorcio incluye la creación de estos arrecifes dentro de los procesos de «Recuperación del frente litoral de las principales zonas afectadas de Sant Adrià de Besòs y Badalona», un ambicioso plan que pretende transformar este espacio de usos industriales en una sucesión de playas con usos cívicos incorporados.
TENER A RAYA LA HUELLA DE CARBONO
La mayor parte de las compañías ya contemplan estrategias y planes de actuación contra el cambio climático basadas en la disminución gradual del uso de combustibles fósiles, la apuesta por energías más sostenibles, fomentar la movilidad sostenible, entro otras. En este sentido, el cálculo de la huella de carbono se constituye como una potente herramienta a través de la cual tener un conocimiento exhaustivo de las emisiones de GEI de una empresa, y así poder realizar una correcta gestión de las mismas. Por eso, la compañía Endesa, que comenzó el análisis de la suya en 2009, acaba de editar y presentar el libro «Guía de Buenas Prácticas para la Gestión del CO2 en la Empresa». El texto recoge la actualidad en materia de cambio climático y su objetivo es dar las claves para que grandes y pequeñas empresas aprendan a gestionar de forma eficaz su huella de carbono. Se detallan las distintas fases a seguir para la correcta medición y se establecen las estrategias que permitan mitigar y/o compensar las emisiones generadas por la organización.
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