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Medio Ambiente

Cepillos y pajitas hechas de lino y cáscara de café

Una start-up vende objetos de bioplástico para financiar proyectos de reforestación

El cliente recibe el pedido en su casa en unos 20 días
El cliente recibe el pedido en su casa en unos 20 díaslarazon

Una start-up vende objetos de bioplástico para financiar proyectos de reforestación

Con jóvenes, emprendedores y comprometidos con los problemas sociales y medioambientales más acuciantes del planeta. Sara Cobos y Fernando Cervigón decidieron hace dos años montar una ONG, Trees4Humanity, para ayudar a las empresas a compensar su huella de carbono invirtiendo sus fondos en la reforestación del planeta. Desde 2016 su actividad de plantar árboles les ha llevado por todo el mundo; el año pasado en la isla de Borneo descubrieron que, además de la deforestación, los bosques y el entorno sumaban una ingente cantidad de plástico abandonados a la lista de sus problemas.

Así decidieron que, además de replantar el mundo, querían combatir el problema del exceso de plásticos fundando una actividad hermana llamada Todarus. Con esta empresa de carácter social pretenden ponerle fácil al consumidor el encontrar alternativas ecológicas a los productos de uso cotidiano. Una forma de demostrar su máxima: que el cambio hacia la sostenibilidad empieza con pequeños hechos cotidianos. De hecho sus productos estrella son de momento tres: las pajitas, los cepillos de dientes y las botellas de agua (éstas últimas son de aluminio y los otros dos de bioplástico y plástico reciclado). «Con Todarus queremos contribuir a que se deje de fabricar y vender plástico y esto lo hacemos, por un lado, usando bioplástico proveniente del lino y de la cáscara del café y, por otro, utilizando plástico reciclado», explica Cervigón.

Fabrican parte de sus productos en España y otra parte la compran a Estados Unidos donde tienen un acuerdo de colaboración con un laboratorio de bioplásticos, de manera que parte de los cepillos de dientes que venden y el 100% de las pajitas son biodegradables, es decir, pueden ser enterradas en la tierra, dicen, con la seguridad de que en seis meses habrán desaparecido. La forma de adquirir sus productos es a través de su página web y cada compra anticipada de los clientes supone una especie de micro financiación de la actividad, ya que con el dinero obtenido por cada objeto cubren el coste de producción y, por otro lado, apoyan alguna de las actividades de reforestación que tienen en marcha o bien financian la retirada de un kilo de plásticos del entorno. El destino final lo elige el cliente, quien tiene en sus manos decidir si quiere plantar un árbol o limpiar la naturaleza. En este sentido, la start-up social tiene en marcha varias acciones de recogida de residuos del mar, dentro y fuera de España.

Tanto Sara (26 años) como Fernando (23) quieren que su negocio crezca de forma progresiva y sostenible y para garantizar esta evolución han decidido apostar por esta forma de microfinanciación, lo que les permite ser independiente de grandes inversores. Una apuesta «slow» curiosa si se tiene en cuenta la trayectoria de estos dos jóvenes en tan sólo dos años.

Es más, los emprendedores quieren iniciar un proyecto en Indonesia este próximo otoño en colaboración con las comunidades locales para retirar de los bosques y las costas los desechos plásticos e instalar una fábrica donde los ciudadanos de las comunidades aisladas, las más perjudicadas por el abandono de residuos, puedan transformar este plástico en material reciclado con el que fabricar objetos de uso cotidiano. Además, están comenzando a investigar para fabricar sus próximos productos: bastoncillos o bolsas de plástico, dos artículos que tienen los días contados según la tendencia de la legislación europea.