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Alfredo Semprún

Del cubo de basura negro al vaso (de cerveza)

Los lixiviados, esos líquidos que se producen en el tratamiento de las basuras, no tienen otro destino que la cara depuración y su vertido a los cauces. Pero un doctor en ingeniería química ha demostrado, o, al menos, tiene toda una tesis doctoral detrás para afirmarlo, que éstos pueden ser recuperados como abono órganico líquido

El ciclo de la basura
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Los lixiviados, esos líquidos que se producen en el tratamiento de las basuras, no tienen otro destino que la cara depuración y su vertido a los cauces

Uno puede meterse en el lío de hacer una tesis doctoral por muchos motivos –prestigio, vocación docente, progresión laboral, simple satisfacción personal–, cuestiones todas que, a los 61 años y con una brillante carrera profesional a las espaldas, parecen baladíes. Y, sin embargo, Carlos Romero Batallán, químico, enólogo y gurú de la gestión del medio ambiente, fue, digamos, víctima de un síndrome de Arquímedes o, más piamente, de una caída de caballo sauliana, cuando una tarde de lluvia en Castilla, combinada con el fallo de unas bombas extractoras, le puso en la pista de un hallazgo, cierto, pero que había que demostrar.

Me explico. Hay un vertedero con una de esas balsas que recogen los líquidos pestilentes, contaminados y de feo color marrón que exuda la basura. De pronto, una tormenta extraordinaria, el fallo de las bombas, el desbordamiento de la balsa, los gritos de los ecologistas, la alarma de la Prensa, los nervios de los políticos y nuestro protagonista, en su papel de técnico medioambiental, que llega al lugar de la catástrofe. Siguió lloviendo, salió el sol, volvió a llover y un día, semanas después, mientras Carlos Romero recoge muestras del terreno afectado, observa un crecimiento anormal, por lo vigoroso, de las plantas silvestres donde había caído el líquido marrón, maloliente y «contaminado».

Bien. Éste es el origen de la tesis doctoral de Carlos Romero. La conclusión, se lo adelanto, es que los lixiviados procedentes de la basura orgánica en descomposición son un fertilizante extraordinario. ¿El problema? Que toda la literatura científica, que informa las normativas medioambientales, mantiene lo contrario. O sea, que los lixiviados son, a decir de los químicos anglosajones, que son los que pintan en esto, ácidos, contienen metales pesados, apestosos y de color marrón. Pero Carlos Romero sostiene que son básicos, sin metales pesados, con un ligero olor vegetal y, diluidos al 1 por 200, de color claro. Lo sostiene porque ha hecho las pruebas de campo que acompañan a su tesis doctoral, que es de disposición pública.

Orgánicos y rentables

Resumiendo: los actuales fertilizantes inorgánicos, que son prácticamente los únicos que producen las grandes multinacionales del sector, se componen de agua, nitratos, fosfatos y potasio, que, con el uso, acaban por acidificar los terrenos. Por el contrario, los lixiviados son abonos orgánicos, compuestos de prótidos, glúcidos, oligoelementos, lípidos y una microbiota, con espirulinas y penicilium, limpia de bacterias malas. Se trata, pues, de cerrar el ciclo de la reutilización de los desperdicios urbanos. Si, ahora, la parte orgánica de la basura –hablando en las condiciones de un país del primer mundo, como España– pasa por un biodigestor para la biometanización –producción de gas metano– y la papilla resultante, una vez centrífuga, se convierte en compost; el último paso, la depuración de los líquidos –sí, los dichosos lixiviados– que acaban en los cauces públicos, nos cuestan entre 30 y 50 millones de euros al año. Convertir estos líquidos en fertilizante orgánico es posible y, sobre todo, rentable, como ha demostrado, y no sólo sobre el papel de la tesis doctoral sino en terrenos de prueba herbáceos y arbustivos, el doctor Carlos Romero.

Pero existe un grave inconveniente. Mientras el compostaje se puede registrar como producto utilizable industrialmente de acuerdo a las normas europeas –código LER– el líquido resultante de los lixiviados no, entre otras razones porque el Registro Español de Productos y Mercados Agrarios (en la calle Almagro número 39, 5ª planta, de Madrid) está cerrado por razones ignotas. De ahí la reclamación razonable del doctor Romero por esta vía impresa: que se desclasifique, previo contraste de los datos científicos, como contaminantes los lixiviados tratados. Que se permita su registro que se pueda ofertar como un abono orgánico natural.