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Cambios climáticos

Deshielo del permafrost: La capa de hielo se está calentando entre 0,3 y 1 grados

El primer estudio a escala global de esta capa de agua congelada alerta sobre un aumento de temperatura que libera gas metano a la atmósfera y revive enfermedades olvidadas como el carbunco

El 70% de las infraestructuras del Ártico está en riesgo de desaparición porque se asienta en este tipo de suelo / Foto: Dreamstime
El 70% de las infraestructuras del Ártico está en riesgo de desaparición porque se asienta en este tipo de suelo / Foto: Dreamstimelarazon

El primer estudio a escala global de esta capa de agua congelada alerta sobre un aumento de temperatura que libera gas metano a la atmósfera y revive enfermedades olvidadas como el carbunco

Se entiende como criosfera a todos los sistemas de agua del mundo que se encuentran en estado sólido. Aquí están incluidos los glaciares, las barreras de hielo o los desguaces de los glaciares y el más desconocido de ellos, el permafrost, y eso que representa aproximadamente un 25% de la zona emergida del planeta. A día de hoy su estudio científico está al nivel de la Meteorología en la década de los 70. Es más difícil de analizar el comportamiento del permafrost porque hay que hacer sondeos de al menos 100-200 metros de profundidad, mientras que un glaciar o la nieve estacional quedan a simple vista.

El interés por saber más de esta capa helada comenzó en los años 80, pero el gran impulso científico llegó en 2007 con el Año Polar Internacional, momento en el que se comenzaron a instalar de forma sistemática cientos de sondeos y estaciones de medición. De ahí y tras más de una década de análisis de datos en todo el mundo ha surgido una nueva publicación en «Nature Communications» sobre el permafrost, que viene a confirmar que el calentamiento global está afectando mucho a esta capa, aumentando su temperatura hasta un grado. Este estudio comparativo global realizado por un equipo de expertos de 26 países cuenta con participación española, concretamente del grupo de la Universidad de Alcalá. Uno de ellos, Miguel Ramos, catedrático de Física Aplicada lleva 25 años estudiando este agua helada y alertando sobre las posibles consecuencias de que el permafrost desaparezca.

Aunque la definición indique que se trata de suelos congelados que permanecen inalterables durante las diferentes estaciones al menos dos años seguidos, muchas de estas superficies son herederas de la última glaciación. De hecho pueden alcanzar profundidades en algunos puntos que llegan a los 1,6 km. Las más de 150 estaciones desplegadas por todo el mundo confirman que la temperatura del permafrost ha subido al menos en un 70% de ellas. El lugar donde más lo ha hecho es Siberia, donde se ha registrado hasta casi un grado más. Los que menos, el Ártico y Antártico, así como las altas cordilleras de Europa y Asia central, donde han subido hasta 0,3 grados desde 2007.

Los datos se recopilan a profundidades de al menos 10 metros para descartar influencias de variaciones de temperatura propia de las estaciones. A este punto se le conoce como profundidad de amplitud cero; por encima de ella está la capa activa que se congela o descongela estacionalmente. Un detalle curioso: la temperatura del suelo bajó en 12 perforaciones, por ejemplo, en ubicaciones específicas al este de Canadá, el sur de Eurasia y en la península Antártica. «Se ha visto también que en algunos puntos la temperatura ambiente no ha variado y la del permafrost sí. Eso significa que la época de nieves está cambiando. En los lugares donde hay abundante nieve en invierno y en primavera se deshiela rápido, el permafrost se está calentando. En los que la nieve llega más avanzada la primavera, el suelo queda protegido», afirma el estudio.

Dinosaurios microscópicos

La temperatura de este suelo permanentemente helado sirve como indicador de lo que le está ocurriendo al clima, y de lo que ya ha pasado según se avanza hacia abajo, y alerta de una serie de peligros. En algunas regiones esta capa ya ha comenzado a descongelarse produciendo daños en infraestructuras instaladas aquí precisamente por la rigidez que ofrecía el suelo. «Cada vez hay más población en zonas altas de Canadá o Alaska, que todavía se están colonizando; además están aumentando las construcciones en peligro como el tren transiberiano», explica Ramos. También publicado en la revista «Nature», otro estudio que ha visto la luz recientemente afirma que nada menos que el 70% de la infraestructuras existentes en el Ártico, incluidos campos petroleros y de gas, está amenazada actualmente por el deshielo de esta capa de agua helada. Mucho más alarmante resulta si se piensa en términos de vidas humanas: «Para 2050, 3,6 millones de personas podrían verse afectadas por el permafrost», dice el estudio. Baste pensar en Rusia, donde el 65% del territorio está cubierto por esta capa o en ciudades como Yakutsk, la mayor localidad construida en esta capa de hielo, donde la temperatura ya ha aumentado 2,5 grados en la última década. En la región, además, se ha despertado una auténtica fiebre por la «caza» de mamuts, según informa la agencia Tass; colmillos y otros huesos van a parar al mercado chino por el marfil que llega a venderse hasta por 60.000 euros los 50-75 kilos.

El deshielo del permafrost no sólo libera esqueletos de mamuts atrapados durante siglos en las profundidades de la Tierra; también libera materia vegetal y animal preservado y microorganismos «extremófilos que están en estado latente desde hace incluso dos millones de años y que son capaces de revivir con la mejora de las condiciones. Son como dinosaurios microscópicos», dice Ramos. Sólo hay que recordar que en 2016 murió un niño por culpa del carbunco en Siberia; una enfermedad conocida como ántrax, que se declaró como desaparecida en 1941. El deshielo hizo que se descongelara un cadáver de un animal enfermo enterrado en esta capa. La bacteria, a la que se bautizó como zombi por su capacidad de volver a la vida, contagió también a miles de renos en la región. «Los virus que se liberan con el deshielo se incorporan sin dificultad a los sistemas hidrológicos», afirma el investigador.

El último problema del permafrost, pero no por ello menos importante, lo representa el metano. En Groenlandia un equipo de la Universidad de Bristol ha estudiado el agua del deshielo que se concentra en una gran cuenca de más de 600 km. El metano liberado en este lugar es aproximadamente el mismo que el de 100 vacas y hay que recordar que este gas, aunque esté presente en concentraciones más bajas, tiene hasta 25 veces más potencia de efecto invernadero que el CO2. Según el estudio publicado en «Nature», «los microorganismos se activarán y dará comienzo un proceso que potencialmente podría producir suficiente dióxido de carbono y emisiones de metano como para elevar, aún más, la temperatura media global del aire, debido al reforzamiento del efecto invernadero, entre 0,13 y 0,27 grados hasta el año 2100».

La llamada de atención sobre el estado del permafrost que evidencia este estudio sirve también para pedir un marco institucional que incorpore de forma sistemática los análisis de esta capa helada en las predicciones del clima. Y si en la tierra aporta mucho el permafrost, su estudio también es fundamental para la conquista del espacio. De hecho, la superficie de Marte es todo permafrost y estudiar bien su comportamiento puede servir para definir la mejor forma para extraer agua y oxígeno para las misiones del futuro.

BASES AMERICANAS EN PELIGRO

Un informe del Pentágono afirma que dos terceras partes de las infraestructuras militares americanas están en peligro por motivos directamente relacionados por el cambio climático. El análisis se ha hecho público hace unos días (aunque no es la primera alerta de esta institución) y en él se considera que muchas de las instalaciones son vulnerables a las inundaciones recurrentes que se da ya hoy en día. También considera que más de la mitad podrían sufrir por los periodos de sequía actuales o las que están por venir. «Otras instalaciones militares se enfrentan a riesgos por incendios forestales o por el derretimiento de los hielos, añade el documento de 22 páginas en las que se considera que las amenazas futuras se concretarán dentro de una veintena de años. El Pentágono no prevé, sin embargo, financiación especial para responder a estas amenazas que, según el documento, ya están reflejadas en el presupuesto actual del Departamento de Defensa», informa AFP.