Bilbao

El rascacielos de protección oficial reduce un 75% el consumo eléctrico en refrigeración

Bilbao contará en unos meses con el complejo Passivhaus más alto del mundo, dos edificios destinados a vivienda social de compra y alquiler

El rascacielos de protección oficial reduce un 75% el consumo eléctrico en refrigeración
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Bilbao contará en unos meses con el complejo Passivhaus más alto del mundo, dos edificios destinados a vivienda social de compra y alquiler

La zona de Bolueta era hasta hace bien poco una de las representantes de la Bilbao industrial, sede entre otras de las Fundiciones Bolueta. Más de 200 años de actividad dejaron el terreno algo perjudicado, hasta que hace unos cinco años el ayuntamiento de la ciudad planificó la regeneración ambiental de la parcela ocupada por la ruina de las fundiciones y su posterior incorporación al circuito inmobiliario con 1.100 viviendas en unos siete bloques de diferentes alturas, de las que más de 600 estarán sujetas a algún tipo de protección pública.

A la regeneración de la zona, hay que sumarle el reciente anuncio de inicio de construcción de 108 viviendas de protección oficial en venta y 63 apartamentos sociales para alquiler en dos torres en altura que se han diseñado para respetar los estándares del modelo de construcción alemán Passivhaus, de manera que se alcance un consumo de energía casi nulo. Las obras contemplan levantar dos edificios en altura; el primero, de 27 plantas, se convertirá en la construcción Passivhaus más alta del mundo (seis metros por encima de los 83 del bloque que se está construyendo en la isla de Roosevelt en Nueva York, anunciado también como el más alto del mundo). El segundo, algo más pequeño, tendrá 10 plantas. Ambos estarán terminados y listos para la entrega de llaves en 2017.

Firma el proyecto el estudio de arquitectura Varquitectos y lo promueve Visesa (sociedad pública adscrita al Departamento de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno Vasco), quienes han recibido la calificación BEST en el décimo concurso internacional de buenas prácticas convocado por la ONU.

Y ahora que se han iniciado las obras, la empresa constructora Sukia se ha comprometido a certificar el proyecto una vez acabado. Las medidas aplicadas se complementan y se basan en cinco pilares: el buen aislamiento térmico; la reducción de los huecos y pérdidas de calor a través de la instalación de puertas y ventanas de altas prestaciones; la ausencia de puentes térmicos; la ventilación mecánica con recuperación de calor y la estanqueidad del aire. «Lo que se ha hecho es modelizar el proyecto con el programa Passive House para establecer los parámetros de aplicación obligatoria», explica Germán Velázquez Arizmendi, arquitecto y socio de la firma responsable del complejo. El aislamiento de la envolvente, por ejemplo, es algo mayor que el de un edificio convencional, pero sólo de unos cinco centímetros. La estructura es como un sándwich en el que se colocan dos fachadas, exterior e interior separadas por una cámara de aire. A su vez, dentro de ella se instala un tipo de materiales que garantizan al aislamiento térmico como la lana de roca.

Cinco pilares

Otra de las medidas que garantizan el aislamiento son las carpinterías, que en este caso tenían que ser de altas prestaciones, según explica el arquitecto. Lo que se intenta evitar son los huecos o pérdidas de energía por infiltraciones descontroladas. Para hacer la vivienda totalmente hermética se incorporan cintas y otros acabados con los que se sellan las juntas de ventanas y puertas, por ejemplo. «De nada sirve aislar si no se garantiza una buena hermeticidad», afirma Juan Manuel Castaño, miembro de la Plataforma de Edificación Passivhaus. Al estar totalmente aislado del exterior es necesario complementar estas dos medidas con un correcto cambio de aire, y esto se garantiza con ventiladores que además recuperan el calor. El sistema aprovecha el calor que generan la personas y los electrodomésticos, precalentando el aire limpio antes de expulsar el viciado.

Todo ello reducirá el consumo eléctrico para calor y frío de los futuros inquilinos hasta un 75 por ciento respecto a otros pisos. Si bien «en función del uso que se haga en el interior de la vivienda, los consumos pueden variar hasta un 30 por ciento», detalla Velázquez. Todo esto se aplica además sin que se dispare el presupuesto, ya que lo caro del aislamiento no son los materiales, sino la instalación y el aumentar unos centímetros los grosores no sube casi nada el precio final. Desde que se cambió la normativa de construcción en España ya no hay casi diferencia en el tamaño de aislamiento entre la norma y el estándar Passivhaus», afirma Castaño.

Estas medidas no sólo garantizan un consumo casi nulo, sino que además producen beneficios complementarios como la mejora el aislamiento acústico y la gran calidad interior del aire y confort térmico. El frío que uno siente al acercarse a las ventanas también está limitado por el estándar. La temperatura interior de confort es de unos 20 grados y la del vidrio de las ventanas debe ser de 17 grados, y no se deben sentir escapes o entradas de aire. Además, los filtros de los aparatos de ventilación pueden obstaculizar la entrada de polen o polvo. Eso no significa que no se puedan abrir las ventanas. El control está en manos de los habitantes.

Otra de las diferencias que destaca el grupo de arquitectos frente a su competidor americano es el coste. Mientras que en Nueva York se habla de no superar los 105 millones de euros, en Bilbao, «al plantearse para viviendas de protección oficial el precio final era vital. Se puede afirmar que el sobrecoste respecto a una obra estándar se sitúa en un escaso tres por ciento», afirma Velázquez. Una de las consideraciones que estaban incluidas en el proyecto inicial del barrio de Bouleta y que, sin embargo, han desaparecido como consecuencia de la crisis es la central de «district heating». Sin embargo, se planteó casi desde el principio su sustitución dentro de las dos torres por un sistema de microgeneración, es decir cogeneración a pequeña escala, donde se aprovecha el calor residual de la producción eléctrica para alimentar el circuito térmico.

Microgeneración

Bolueta es un ejemplo de que el Passivhaus cuenta cada vez con más adeptos dentro de nuestro país. En los últimos cinco años, «el número de viviendas, tanto de obra nueva como de rehabilitación, que están consideradas en España como de consumo casi nulo son unas 140. Eso no significa que todas tengan certificado Passivhaus. Para eso tienen que pasar ciertos controles que verifiquen que se cumplen criterios de bajo consumo en calefacción, refrigeración y energía primaria», matiza Castaño. «Alemania sigue estando a la cabeza con más de 20.000 viviendas y en total en todo el mundo hay unas 40.000», comenta Velázquez. En lo que coinciden ambos expertos es en señalar que el mito de que el Passivhaus está reservado a un tipo de clima está desapareciendo y cada vez son más los estados que como Australia o California en EE UU apuestan por este estándar. «Muchas veces se cree que la calefacción es lo que gasta y, sin embargo, enfriar un grado resulta tres veces más caro que calentarlo», afirma Velázquez.

Además, para climas cálidos las cinco medidas se complementan con otras dos. La primera es reducir al máximo la radiación solar en verano, mediante la creación de sombras con persianas o patios interiores, y la segunda consiste en disipar el calor durante la noche cuando la temperatura baje de los 25 grados; algo que se consigue o abriendo las ventanas o a través de la ventilación mecánica.

Una apuesta creciente

En España, y según datos de la plataforma Passivhaus, Cataluña, Asturias, País Vasco y desde hace poco más de un año Madrid son las que están apostando más fuerte por este estándar. «En países como Bélgica las normativas exigen que los edificios públicos sean Passivhaus. En España existe un municipio riojano, el de Villamediana de Iregua, que exige que el cien por ciento de los bloques públicos tienen que estar certificados y prevé que un 10 por ciento de los residenciales también siga la norma», matiza Castaño.

Lo interesante es que el modelo de consumo de energía casi nulo se está colando también en la rehabilitación inmobiliaria gracias al impulso que se le está dando desde la Unión Europea. Gracias a ello están apareciendo soluciones «step by step» que permiten a usuarios de todos los bolsillos adaptar las reformas a su calendario presupuestario. Cualquier intervención parte de un estudio de cada caso individual y se diseña una hoja de ruta para cambiar las ventanas, aislar las diferentes fachadas, instalar los sistemas de ventilación y los recuperadores de calor poco a poco pero con el fin de obtener el mayor ahorro desde el principio.

Una de las últimas en llegar a la lista de casas certificadas con el estándar de origen alemán ha sido la vivienda unifamiliar 100x100madera situada en la localidad madrileña de Guadalix de la Sierra. La construcción acabó en octubre de 2014, pero durante estos meses se han tramitado los papeles, que requieren de un control previo del funcionamiento de cada medida adoptada. Ejemplifica el boom que esta certificación está viviendo en la comunidad autónoma desde el último año y medio, tal y como reconocen los expertos.