Cambios climáticos

Un año seco y de eventos extremos

2017 acaba en España con 4.000 millones en pérdidas agrícolas por falta de lluvia. La sequía y el calor de aquí contrastan con una temporada de huracanes hiperactiva en la costa americana

Estamos en mitad del tercer año hidrológico seco. La sequía se agrava y las previsiones hablan de un invierno anticiclónico con escasas lluvias
Estamos en mitad del tercer año hidrológico seco. La sequía se agrava y las previsiones hablan de un invierno anticiclónico con escasas lluviaslarazon

2017 acaba en España con 4.000 millones en pérdidas agrícolas por falta de lluvia. La sequía y el calor de aquí contrastan con una temporada de huracanes hiperactiva en la costa americana

La situación del regadío en Murcia es desesperante. No se puede plantar porque no hay agua. Hay lugares en los que se lleva un mes sin plantar; en otros 15 días. El poco agua que hay se utiliza para no perder la anterior cosecha. Del trasvase Tajo-Segura no se recibe agua desde mayo; el agua de las desaladoras es insuficiente para cubrir la demanda, y los pozos de sequía están funcionando algunos pero no todos. La situación es muy delicada. Ahora mismo hay cultivos que reciben 50 m3 por hectárea de agua cuando normalmente se necesitan entre 600-700 m3. Estimamos que la producción de la campaña de invierno será de 40% menor», explica Miguel Padilla, presidente de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) de Murcia. La región es junto a Alicante y parte de Almería el kilómetro 0 de la sequía que ha mantenido en alerta el campo español todo 2017. Una situación que parece que va a seguir preocupando en 2018 a pesar del paso de la reciente borrasca Ana. Padilla lleva sus 55 años vinculados el campo y «nunca he visto una situación igual; ni se ha dejado de plantar tanto tiempo y menos si perspectivas sobre lo que va a pasar», explica. Y es que de enero a octubre ha sido el año más seco desde 1981, según explica Ana Casals, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).

Cierto es que nuestro país se ve periódicamente afectado por la llamada Oscilación del Atlántico Norte, que es «grosso modo» cómo se colocan el anticiclón de las Azores y la baja de Islandia (la que trae lluvias y que desde hace meses está siendo bloqueada por el anticiclón), pero también que el problema de la falta de lluvia se viene produciendo desde 2014. Según datos de la Aemet el 1 de octubre de 2016 al 30 de septiembre de 2017 la cifra de precipitaciones ha sido de 529 litros por metro cuadrado, un 18% menos respecto a la media histórica (648 l/m2). «El año termina con menos reservas hídricas que cuando comenzó. Por tanto, la situación empieza a ser muy preocupante. En su conjunto, en España, ha llovido entre un 40-60% menos de lo normal. Y ello se ha ido manifestado en la reducción de las reservas de agua, tanto para consumo como para producción hidroeléctrica. La situación parece que no va a mejorar en los próximos meses, porque los modelos estacionales están señalando un invierno de nuevo anticiclónico y por tanto con pocas lluvias», explica Jorge Olcina, director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante.

Tan cierto como el anticiclón de las Azores, es que los pronósticos del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático se están cumpliendo, en cuanto a la falta de lluvias y a las altas temperaturas. Padilla confirma este particular a pie de cultivo: «Lo que viene producido por el cambio climático es la frecuencia. Antes veíamos una sequía cada siete años a lo mejor. Ahora cada dos o tres años tenemos un episodio de falta de agua. Los últimos cuatro meses han sido los más secos de los últimos 70 años». Los agricultores reclaman más acciones para asegurar la producción en un contexto de cambio climático. Y es que «la tecnología ha conseguido que ahorremos en agua. Un interés fundamental ya que pagamos entre 50 y 70 céntimos el m3. Por eso pedimos más desaladoras que garanticen el riego y la producción agrícola en el futuro y en lugar de trasvases apostar por las interconexiones de las cuencas para que el agua fluya por donde se necesite», matiza Padilla.

La producción de hortalizas como la lechuga, el brócoli, la alcachofa, la de árboles como los cítricos o los de fruta con hueso está en peligro si sigue sin llover de forma continuada durante al menos un par de meses y la falta de oferta puede verse reflejado en el precio de compra de estos productos en el mercado. La Coordinadora COAG estima que a nivel nacional el año se cierra con pérdidas de 4.000 millones de euros en agricultura y ganadería (se calcula que una explotación de 50 vacas de leche ha incrementado el coste para alimentar al ganado en 4.500-5000 euros al mes. «La cosecha de cereal de junio-julio ha sido un 80% menor, la de viñedo un 30% y la de olivo entre un 15 y un 20%. Las cosechas de miel también se han reducido entre el 50-70%», explica su portavoz.

En cuanto al segundo aspecto a destacar de 2017 es que va a volver a ser uno de los años más cálidos en todo el planeta desde 1880. De hecho y según el último estudio de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) de la ONU este año va camino de convertirse en uno de los tres más cálidos desde que se tienen registros, con una temperatura media de 1,1ºC de enero a septiembre por encima de los niveles preindustriales. «Es necesario llamar la atención en el hecho de que los años más cálidos desde 1880 en todo el mundo se han registrado desde el año 2000 hasta la actualidad. La temperatura terrestre ha subido ya 1,2º C desde 1880. Por tanto, solo nos queda un margen de 0,8º C hasta final del presente siglo si queremos cumplir con el Acuerdo de París», matiza Olcina.

El comportamiento del clima es muy complejo, pero «se están clavando las previsiones del IPCC respecto a las olas de calor y las precipitaciones. Es cierto, que no podemos atribuir un episodio concreto al cambio climático pero es evidente que existe. Por ejemplo, las olas de calor de este verano si ocurrieran a principios de siglo se producirían una cada 50 años (entonces había mucho menos CO2). Con el CO2 actual se repiten cada 10 años. Si siguen aumentando las emisiones en 2100 cada tres años aparecerán», explica Casals.

Calor y falta de lluvias que contrastan con el tercer gran fenómeno climático del año: los huracanes. «Este año pasará a la historia meteorológica como un año excepcional de huracanes, especialmente en el área del Caribe. En total se ha registrado 17 tormentas tropicales, de las cuales 10 han llegado a la categoría de Huracán (vientos por encima de 180 km/h) y de ellos, 6 han rebasado la categoría 3 (vientos superiores a 210 km/h). Esta temporada se ha parecido mucho a la de 2005 cuando ocurrió el famoso “Katrina” que arrasó gran parte de Nueva Orleans. Lo normal es que se produzcan 12 tormentas tropicales al año y solo 6 huracanes en el Atlántico Norte. Por eso, esta temporada 2017 ha sido lo que se califica técnicamente como hiperactiva. Destacan los huracanes Harvey, Irma y María por los daños económicos causados y elevadas muertes ocasionadas. En total han sido 900 las víctimas mortales y los daños económicos ascienden a los 400.000 millones de euros», explica Olcina.

El ya mencionado informe de la OMM advierte que este año se han registrado «fenómenos extraordinarios, como temperaturas por encima de los 50 grados en Asia, huracanes sin precedentes en el Caribe y el Atlántico que han llegado hasta Irlanda, devastadoras inundaciones monzónicas que han afectado a muchos millones de personas, así como una sequía implacable en África oriental». Dos estudios independientes publicados estos días han concluido que el huracán Harvey, que inundó la ciudad de Houston en Texas en agosto, incrementó su fuerza debido al cambio climático. El primer estudio es el publicado por «la Geophysical Research Letters y concluye que en comparación con un huracán típico de los años 50, el cambio climático probablemente incrementó la lluvia de Harvey en al menos un 19%. El segundo estudio publicado en la revista homóloga Environmental Research Letters encontró resultados similares, apuntando a que el cambio climático impulsó la lluvia en aproximadamente un 15%», informa National Geographic.