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El futuro de la cirugía cardiaca: operar sin bisturí

Las intervenciones mínimamente invasivas reducen los efectos secundarios del quirófano

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Las intervenciones mínimamente invasivas reducen los efectos secundarios del quirófano

Sín bisturí. Los avances de la cirugía cardiaca permiten hoy sustituir válvulas y desatascar arterias sin necesidad de realizar grandes incisiones, es decir, dejando en el siglo XX las denominadas «operaciones a corazón abierto». Ahora, bien entrado el XXI, resulta más común encontrar intervenciones mínimamente invasivas gracias a la progresiva mejoría en el material empleado, que permite simplificar el implante, empleando vasos de menor calibre, como apunta Isidoro Rodríguez Tejero, jefe del servicio de cardiología del Hospital Quirónsalud Infanta Luisa de Sevilla.

Así, el doctor Rodríguez Tejero subraya que «desde hace años somos capaces de acceder al corazón y los grandes vasos que entran y salen de él mediante punciones de arterias y venas situadas en brazos y piernas, permitiéndonos resolver graves situaciones patológicas que tiempo atrás hacían obligatoria la cirugía ‘‘a corazón abierto’’». A nivel cardiaco, la patología (enfermedad) valvular más frecuente es la estenosis o estrechamiento aórtico que afecta casi a un 5% de las personas de 75 años o más. Además, una vez comienzan los síntomas, la esperanza de vida es solo de un 50% a los dos años.

Uno de los grandes avances lo constituye la implantación de la válvula aórtica mediante una sencilla incisión a la altura de la ingle, a través de la arteria femoral. La denominada TAVI (acrónimo del término inglés Transcatether Aortic Valve Implantation), «actualmente no sólo se utiliza en pacientes considerados inoperables (por presentar extensas calcificaciones en la aorta o aorta en porcelana, historia de irradiación torácica, by-pass aortocoronario funcionante, malformaciones torácicas, fragilidad o debilidad extrema), sino también en pacientes con alto y mediano riesgo quirúrgico determinado al aplicar ciertas escalas como EuroSCORE II o STS-Score II (>4%) en las que se valora, por ejemplo, edad avanzada, la presencia de marcado deterioro renal, pulmonar o hepático, diabetes insulinodependiente, cirugía cardiaca previa, infarto de miocardio reciente, arteriopatía periférica, insuficiencia cardiaca avanzada y una pobre clase funcional, entre otras», explica el doctor Rodríguez Tejero.

Los beneficios del uso de estas técnicas quirúrgicas para los pacientes son notables. El doctor Rodríguez Tejero menciona, entre otras, «la reducción en la duración de las hospitalizaciones que van desde solo 24 horas (en el caso de cierre de conexiones interauriculares o interventriculares y el cierre de la orejuela izquierda), hasta las 72-96 horas en el caso de la implantación de una válvula aórtica por vía percutánea (TAVI). También se aprecia una significativa reducción de la tasa de infecciones, postprocedimientos y curas mucho menos dolorosas, menor tasa de anemización, recuperaciones más rápidas, además se evita la aparición de síndromes depresivos reactivos que con frecuencia aparecen en el postoperatorio».

Entre las intervenciones más complicadas, destaca Tejero: «La implantación tanto de la válvula mitral como de la válvula tricúspide (que son técnicamente más difíciles como consecuencia de la mayor complejidad anatómica de las mismas)». En resumen, actualmente la cardiología intervencionista y la cirugía cardiaca ofrecen al paciente un amplio abanico de posibilidades para resolver graves problemas cardiacos minimizando riesgos y complicaciones. «La expresión latina ‘primum non nocere’ (lo primero, no dañar) llevada a su máxima expresión», concluye el jefe del hospital sevillano.