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Crítica de cine

El tamaño importa

El tamaño importa
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Artículo de opinión de Sánchez-Dragó

El otro día estuve a punto de morir. Habría sido un episodio tonto, de ésos que nos pillan completamente desprevenidos. Me refiero a un atragantamiento. Parece ser que los percances de tal laya, frecuentísimos, provocan más muertes al año que los accidentes de tráfico. Me disponía a deglutir la dosis de mi elixir de eterna juventud (¡qué sarcasmo!) correspondiente al almuerzo. Ingiero alrededor de 40 unidades diarias en forma de comprimidos, grageas, papelinas, geles y cosas así. Casi todas, menos tres o cuatro, son complementos no farmacológicos. Épocas hubo en que esa cifra se elevaba casi a 70, pero en la clínica Neolife, especializada en la apuesta del antienvejecimiento, racionalizaron mi fórmula y redujeron su repertorio. En él hay algunas pastillas de colosal tamaño. Una de ellas se me cruzó en la tráquea y no hubo forma de desalojarla por más esfuerzos que hice. Supongo que me provoqué una herida, o quizá no, pero allí seguía un par de horas después y allí siguió (o siguieron, al menos, sus efectos) hasta que seis días después, alarmado, fui al otorrino. Me dolía bastante, pero lo peor no era eso. Lo peor era que me impedía comer e, incluso, beber agua. Durante toda la semana, frisando en la desnutrición, tuve que alimentarme con calditos, yogures, flanes y bobadas por el estilo. Dejé de tomar el elixir. Sus ingredientes me daban pánico. No sé si éste se desvanecerá. Es la primavera vez en los últimos 40 años que prescindo de ellos. Afronto la novedad con espíritu científico. ¿Y si todo siguiera igual? ¿Y si mi vitalidad no sufriese menoscabo? ¿Y si descubriera a estas alturas que durante tanto tiempo he vivido a impulsos del llamado «efecto placebo»? ¡Menudo chasco! Tendría que comerme, enterito, y corriendo el riesgo de atragantarme otra vez, cuanto dije en mi libro «Shangri-La». El elixir de eterna juventud. Pero aún no he llegado a tan drástica conclusión. De momento, voy tirando, aunque no excluyo la posibilidad de que poco a poco comience a languidecer, a envejecer y... ¡Pumba! Ya veremos. En todo caso, me atrevo a sugerir a los fabricantes de complementos nutritivos supuestamente beneficiosos para la salud que reduzcan el tamaño de sus pastillas. Háganlo, de no ser así, las autoridades sanitarias. ¡Ojalá lean estas líneas los responsables de Solgar y de Douglas! Esos dos laboratorios, cuya tarea es excelente, han sido los brazos del destino que casi me conduce al más allá.