Eutanasia

La eutanasia no forma parte de la Medicina

«Los medios tienen también una responsabilidad a la hora de informar a los ciudadanos»

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«Los medios tienen también una responsabilidad a la hora de informar a los ciudadanos»

Asistimos recurrentemente y con asombro a un debate político y a nuevas propuestas legislativas sobre la eutanasia que nos llaman la atención por la falta de sensibilidad hacia quienes sufren, más de 75.000 personas que mueren anualmente en España con un sufrimiento intenso y evitable, mientras sigue paralizada la iniciativa legislativa en materia de derechos y garantías en la atención al final de la vida y el proceso a morir. Algo no estamos haciendo bien.

Los médicos, fieles a nuestra mejor tradición humanitaria y comprometidos en la prestación de la mejor atención médica al final de la vida, venimos reivindicando una legislación en materia de esos derechos a la hora de morir que, hoy por hoy en España, estamos muy lejos de garantizar. Y es evidente que la muerte con sufrimiento tiene un impacto terrible en la persona enferma y en sus cuidadores.

Desde hace más de 20 años, la Organización Médica Colegial (OMC) junto con la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal) venimos reivindicando una legislación en ese sentido y, mientras esto se paraliza, se ponen en marcha iniciativas parlamentarias para regular la eutanasia. La última el pasado 9 de mayo cuando el Congreso dio luz verde a abrir el debate para despenalizar la eutanasia y el suicidio asistido, aprobando una proposición de ley remitida por el Parlament de Cataluña para reformar el Código Penal.

Y ¿cómo afecta a los médicos? La eutanasia no es un problema médico, es más, va totalmente en contra del ser médico porque éste no es nuestro deber. El Código de Deontología Médica deja claro que «el médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste» y la Asociación Médica Mundial (AMM), integrada por 106 asociaciones de todo el mundo, que representa a más de nueve millones de médicos, en su última declaración al respecto considera que «el acto deliberado de poner fin a la vida de un paciente, aunque sea por voluntad propia o a petición de sus familiares, es contraria a la ética. Ello no impide al médico respetar el deseo del paciente de dejar que el proceso natural de la muerte siga su curso en la fase terminal».

Cuando nos llegan casos de gran repercusión como el del bebe británico Alfie Evans, que murió a causa de una enfermedad degenerativa irreversible, o el del niño Charlie Gard hace un año, en el que intervinieron padres, médicos y jueces, al final llegamos a los cuidados paliativos para proporcionar una vida lo más plena posible hasta que llegue la muerte, sea cuando sea. Y esos cuidados incluyen el control del dolor pero también aspectos emocionales, sociales e, incluso, espirituales.

Por eso, antes de sacar una ley sobre la eutanasia, es prioritario legislar sobre la atención al final de la vida que daría un vuelco a esas encuestan que hablan de «la gran necesidad social» de la eutanasia. El resultado de las encuestas dependen de cómo hagamos las preguntas. Si nos preguntan cómo queremos llegar al final de la vida, si con dolor, disnea insoportable o aplicación de la eutanasia, vamos a elegir esto último. Pero si nos la hiciesen diciendo que ya disponemos de unos adecuados cuidados paliativos, que nos van a hacer llevadero ese difícil momento del final de la vida, en nuestro domicilio, y ayudas sociales que permitan a nuestros familiares cuidarnos, quizá esa supuesta demanda social no sería tan importante. Por eso, hay algo que no estamos haciendo bien.

Pero, en España, tenemos déficits de recursos para atender a los pacientes como deberíamos y se merecen y está claro que la atención que un pueblo presta a sus pacientes moribundos con los recursos disponibles es un exponente de su grado de civilización. Esto forma parte de la declaración que hizo hace siete años la AMM en base a una propuesta de la OMC que dejaba claro que todas las personas tienen derecho a una atención médica de calidad, científica y humana y, por tanto, recibirla al final de la vida es un derecho, independientemente de la edad o de cualquier otro factor asociado.

Pues bien, en nuestro país, aparte de los déficits, hay desigualdad en la prestación de cuidados paliativos tanto entre las autonomías como dentro de ellas. También en la legislación autonómica sobre atención al final de la vida. Hay problemas de acceso a los cuidados paliativos pediátricos, una deficiente formación universitaria a los futuros médicos y una falta de acreditación profesional específica. Como representantes de la profesión médica hemos denunciado la «pasividad y negligencia» de los grupos políticos que durante varias legislaturas han sido incapaces de aprobar una ley de cuidados paliativos que dé respuesta a las necesidades reales de las personas con enfermedad avanzada o terminal. Nosotros, los médicos, nos reafirmamos en nuestro compromiso al servicio del ser humano, en el respeto a la vida, la dignidad de la persona y el cuidado de la salud.

Los medios de comunicación tienen también una responsabilidad a la hora de informar a los ciudadanos y exigir a los que determinan las leyes que hagan realidad esta necesidad. A TU SALUD, a lo largo de sus 15 años, ha contribuido en este tema y otros muchos sobre salud, informando a los lectores. Nuestra más sincera gratitud.