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Las gafas de sol tienen caducidad

En la salud visual se precisa más concienciación de los peligros de una exposición nociva del sol y el desarrollo de dolencias, como la sequedad del lagrimal u opacidades en el cristalino

Las propiedades del astro rey son muchas para el organismo, aunque, como en todo, una exposición prolongada a la misma puede desencadenar problemas. Al igual que en el campo de la Dermatología se ha hecho bastante hincapié en cómo debemos protegernos del impacto del sol a través del desarrollo de una mayor ciencia y una educación en fotoprotección en la piel, no hay que olvidarse de hacer lo mismo con la vista.

En una mesa redonda celebrada esta semana en la casa de LA RAZÓN que ha contado con diferentes especialistas en la visión, celebrada de forma conjunta con Hawkers, se ha puesto de manifiesto que las gafas son «algo más que un simple accesorio de moda, porque como primer uso están destinadas a la protección de la salud visual», comentó Celia Sánchez-Ramos, portavoz del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas.

Y lo cierto es que, como apuntó Marta López-Fortuny, oftalmóloga del Centro Oftalmológico Barraquer (Barcelona), «aunque en muchos casos se recurra a la gorra, muchos estudios demuestran que sólo evitan un 20% del daño, cuando las gafas no sólo protegen al ojo, sino toda la zona que le rodea». Porque como dejó claro Jesús Merayo, director del Instituto Universitario Fernández-Vega (Oviedo), «el sol tiene beneficios y hay que poner sentido en la exposición cuando se puede generar daños en las estructuras oculares: en la piel de los párpados, que es muy delicada y sensible; y el lagrimal, que se puede desecar por el viento o el sol, y que a su vez protege otras zonas como la conjuntiva y la córnea. Ésta última es una ventana a la que el exceso de sol provoca que el epitelio se altere y aparezcan las queratitis actínicas –comunes en actividades en la nieve sin protección o en el mar–. Además, pueden dar lugar a opacidades en el cristalino y más allá, en el interior del ojo, dañar la retina».

¿Por qué caducan las gafas de sol?

Como dato curioso, López-Fortuny contó que «las gafas de sol caducan. Hay estudios de investigadores japoneses que concluyen que, tras el uso de dos horas diarias durante dos años de las gafas, las lentes pierden propiedades de protección, por lo que hay que renovarlas con cierta periodicidad». Merayo añadió que esto ocurre «por los materiales y que dependiendo de cuál sea así es la duración de la protección que otorgan». Así que, además, de nuevo, la moda puede servir de excusa a la salud para adquirir un par nuevo cada cierto tiempo.

De ahí que se haga hincapié en el uso de gafas todo el año y se personalicen según la persona. Sobre todo, porque como explica Sara Llorente perteneciente al Servicio de Oftalmología de la Clínica de Navarra (Madrid), «estamos ante un daño acumulativo. Y por eso, debemos empezar a educar en salud visual desde la infancia. Si los niños ven como normal el uso de gafas de sol, serán más proclives a emplearlas y a incorporarlas en su rutina. Al igual, que se ha puesto énfasis en el ámbito de la protección solar en la piel. Cualquier edad pediátrica es buena para empezar, cuanto antes mejor».

Aprender a usar los modelos correctos también es un reto, «porque no todas las gafas se pueden usar en todos los casos. El usuario debe conocer qué filtros son los mejores, cuáles sirven para conducir y cuáles no, en qué ocasiones se requiere polarizado», aclaró Marta García, responsable de Eyewear del Grupo Hawkers. En este sentido, Sánchez-Ramos añadió que «en el caso de las lentes polarizadas, estamos ante una barrera que deja pasar la luz en una única dirección y es ideal para evitar los deslumbramientos. En mi opinión, resulta excelente para conducir».

Personalización

Llegados a este punto, la portavoz del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas, subrayó el hecho de que «hay características diferentes en una lente. Puede haber una cantidad muy alta de atenuación, es decir, ser de una categoría muy elevada, absorber una cantidad de luz del 70-80% (categoría 4-5) y además ser polarizadas. Tenemos que enseñar a distinguir entre filtro de luminosidad y de radiación». Por esta razón, las medidas de prevención generales hay que personalizarlas, como puntualizó el director del Instituto Universitario Fernández-Vega. «Debemos tener en cuenta que, si el usuario tiene alguna patología o si tiene edad pediátrica, hay que ajustar a cada uno el tipo de lente que debe emplear. Pero sobre todo que ofrezcan garantías, lo que se puede obtener desde la trazabilidad de las mismas. En este sentido, en España hay una gran capilaridad de ópticas, establecimientos sanitarios especializados en este terreno. Y en caso de duda, hay que separar la prescripción de la venta».

Además del entorno en el que se lleven a cabo las actividades, «hay que tener en cuenta la fotosensibilidad provocada por la toma de determinados fármacos», apostilló Sánchez-Ramos. En este sentido, Llorente añadió que «también las personas con los ojos claros necesitan más protección, sobre todo en los días nublados porque la luminosidad les molesta más». Un grupo, como apunta López-Fortuny, que tiene más accesible la fotoprotección son las personas que por alguna razón «ya acuden a la óptica. Y es allí donde debe asesorarse, porque las lentes más oscuras no son las que más protegen. En los días nublados, se puede llevar una lente más clara, pero con una alta capacidad de absorber la radiación, sobre todo contra la A –que es la más nociva–, porque esos días también hay que hacerlo».

En este sentido, también los usuarios de lentillas deben prestar atención a la protección ocular. La oftalmóloga de la Clínica Universidad de Navarra insistió en que «aunque haya ya modelos de lentillas tengan ya este tipo de protección, que hay que darlas a conocer, no hay que descuidarse porque sólo cubren un pequeño porcentaje del conjunto del ojo, sólo la córnea, y deja al resto sin escudo, por lo que deben emplear las gafas para proteger toda la zona ocular».

Seguridad

Cada día resulta más vital esta protección frente a la radiación ultravioleta que, con la destrucción de la capa de ozono, hace más daño a los ojos. «Las que se emplean de forma más masiva tienen un índice de refracción menor y hay que evitar su uso porque correspondería a lentes que no pasan la normativa», explicó Sánchez-Ramos. Por ello, como usuarios-pacientes hay que ser exigentes y pedir que las lentes lleven los avales europeos y certificados necesarios subrayaron todos los presentes. «En ocasiones, los etiquetados que acompañan a estos productos se quedan un poco escasos en algunas ocasiones. Hay que mirar que vengan las características que hemos hablado y, ante la duda, consultar con un experto», incidió Llorente.

Así, una asignatura pendiente es la educación visual y conocer qué significa cada término en el etiquetado de las gafas. «Tenemos que trabajar más en este aspecto porque en Dermatología lo han hecho y parece que el mensaje va calando», añade la oftalmóloga de la Clínica de Navarra. Porque, aunque los jóvenes no manifiesten esa aversión a la luz, el daño está ahí y se acumula a largo plazo.