
Vacaciones
De Mallorca a Formentera: un recorrido por Baleares para saborear el verano
El Mediterráneo ofrece gastronomía, diversión y buen tiempo en los meses más calurosos del año

El archipiélago balear es uno de los destinos más deseados de Europa cuando llega el calor. Pero este verano, más allá de las postales de playas abarrotadas, el archipiélago ofrece al visitante la posibilidad de un recorrido con identidad propia, que combina naturaleza intacta, pueblos con alma, gastronomía local y enclaves con historia. Un viaje que permite reencontrarse con la esencia balear sin renunciar a la autenticidad.
Mallorca: entre sierra, vino y calas escondidas
El corazón del archipiélago es también su isla más diversa. Mallorca va más allá de sus playas turquesas. Comenzar el viaje por la Serra de Tramuntana, Patrimonio Mundial por la UNESCO, es adentrarse en pueblos como Valldemossa, Deià o Fornalutx, donde el verano se vive entre calles empedradas, sombra de buganvillas y cafés con historia. La Sierra es también territorio de bodegas que elaboran vinos con variedades autóctonas como el manto negro o el prensal blanc, ideales para una cata al atardecer.
Para quienes buscan playa sin masificación, calas como Cala Tuent o Es Caló des Moro, pese a su creciente fama, siguen ofreciendo momentos de calma si se visitan a primera hora del día. Y para los que aprecian la historia, el centro de Palma, con la Catedral de La Seu, el Palacio de la Almudaina y el recién renovado Museu de Mallorca, propone un refrescante paréntesis cultural.

Menorca: la isla tranquila que late al ritmo del mar
Declarada Reserva de la Biosfera, Menorca ofrece una experiencia radicalmente distinta. Aquí no hay prisas. Desde el puerto de Ciutadella hasta el Camí de Cavalls, el antiguo sendero que rodea la isla, todo invita a caminar, observar y desconectar. Las calas del sur, como Macarella o Mitjana, y las del norte, más salvajes como Cavalleria o Pregonda, ofrecen opciones para todos los gustos.
Los faros, como el de Favàritx, ofrecen panorámicas espectaculares, especialmente al amanecer. Y el producto local –desde la sobrasada menorquina hasta el queso con Denominación de Origen Mahón– se puede saborear tanto en restaurantes con vistas como en mercados tradicionales como el de Maó.

Ibiza: entre el bullicio y el alma rural
Ibiza es una isla de contrastes. Por un lado, su animada vida nocturna y beach clubs de renombre siguen atrayendo a miles de turistas. Pero quienes se alejan de las rutas habituales descubren otra Ibiza: la de los pueblos de interior como Santa Gertrudis o Sant Carles, con tiendas artesanas y cafés tranquilos, o la de calas escondidas como Cala Llentrisca, a la que se accede tras una caminata entre pinares.
El patrimonio ibicenco, con su pasado fenicio y su imponente Dalt Vila (el casco antiguo de Ibiza capital), ofrece también motivos para una visita cultural. No hay que olvidar el mercado de Las Dalias, que aunque turístico, sigue manteniendo el espíritu bohemio de los años 70.

Formentera: el último paraíso
Cierra este recorrido la isla más pequeña y quizás más mágica: Formentera. Sus aguas cristalinas y playas como Ses Illetes o Cala Saona poco tienen que envidiar al Caribe. Pero es en su interior donde se revela su autenticidad: campos de higueras, muros de piedra seca y faros solitarios como el de Cap de Barbaria componen postales silenciosas y únicas. Formentera se saborea despacio, con cenas frente al mar en restaurantes familiares y paseos en bicicleta por senderos de tierra.
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