Arte, Cultura y Espectáculos
¿Por qué España no interesa a las grandes galerías internacionales?
La inminente inauguración el próximo miércoles 21 de febrero de una nueva edición de la Feria ARCO constituye un excelente contexto en el que desgranar los aspectos más importantes del mercado del arte en España. La realidad de la situación local solo puede ser comprendida en su dimensión exacta cuando se la compara con la de países de parecido tamaño y circunstancias como, por ejemplo, Italia –pretender elegir como fondo de contraste mercados como el inglés, francés o alemán solo puede llevar al suicidio y la melancolía. En este sentido, llama poderosamente la atención el hecho de que, en un breve periodo de tiempo, hayan sido varias las grandes galerías europeas y norteamericanas que han seleccionado a Italia como un objetivo prioritario dentro de su estrategia de internacionalización. Los ejemplos se multiplican: la galería londinense Thomas Dane ha preferido la ciudad de Nápoles para su segunda sede a otras localizaciones como Nueva York o Hong-Kong; durante el año pasado, Victoria Miro (con sede en Londres) y Alberta Pane (con cuartel general en París) abrieron delegación en Venecia, mientras que la neoyorquina Postmaster inauguró local en Roma, y sigue el paso de multinacionales como Gagosian, también presente en la capital italiana.
La pregunta que se deriva de este panorama sucintamente descrito cae por su propio peso: ¿por qué Italia constituye un lugar atractivo para el desembarco de las grandes galerías internacionales, mientras que España es evitada por completo en estos planes de expansión? La primera respuesta que sobreviene, toda vez que se conocen las razones declaradas por los propios dealers implicados, es que Italia supone un perfecto campo de experimentación de cara a inversiones más importantes en otros países, al tiempo que un interesante paso intermedio cuando el objetivo último es la implantación en Asia o EE.UU. Este argumento, pese a que puede ayudar a explicar la elección de Italia como “mercado-puente”, no necesariamente ha de descartar a España. De hecho, sorprende que, a diferencia de lo que ocurre en otros sectores económicos, el mundo del arte no haya identificado a España como estratégica puerta de entrada al mercado latinoamericano. La razón de ello habrá que encontrarla, quizás, en la práctica ausencia de políticas de internacionalización que caracteriza a las galerías españolas, y que ha ocasionado que, a día de hoy, las relaciones comerciales con el conglomerado de países latinoamericanos no resulten tan amplias e intensas como cabría de desear.
Un segundo argumento esgrimido por los galeristas ingleses, franceses y norteamericanos que han desembarcado en Italia es que, pese al perfil discreto mantenido por Italia en el mercado global, posee una fuerte tradición coleccionista, con una estructura fiable y establecida semejante a la de Alemania, Holanda o Bélgica. Cuando, en este sentido, se analizan los números arrojados por el mercado del arte en España durante 2016, se observa cómo los síntomas de recuperación que se advierten no permiten que abandone una posición muy secundaria y marginal dentro del contexto internacional. Según el estudio presentado por CaixaForum, el total de ventas del sector alcanzó un total de 385 millones de euros, lo cual no le valió para superar el 1% de la facturación mundial y pasar del quinto puesto en el contexto de la Unión Europea. En España, además, un porcentaje ínfimo de galerías –apenas el 1%- resultan verdaderamente rentables. A lo que hay que añadir que la crisis del coleccionismo institucional –soporte fundamental del mercado artístico durante el periodo democrático- ha estrangulado la mayoría de las “grandes ventas”, y ha puesto de manifiesto la escasa musculatura de un coleccionista que compra por un valor medio de 5270 € y, por tanto, se encuentra muy alejado del promedio de precios en el que se desenvuelven las multinacionales galerísticas. La suma de todos estos factores conlleva que España se encuentre fuera de los principales circuitos de inversión del mundo del arte, y que, a día de hoy, aparezca singularizada por una realidad abocada a la mediocridad y la supervivencia.
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