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Jerusalén, Europa, Irán

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El lunes no fue un buen día para los que nos sentimos europeos y creemos firmemente en el proyecto de futuro y bienestar social que representa la Unión Europea. En Jerusalén se escenificó de nuevo la ruptura de la acción política exterior de la Unión con la presencia de los embajadores de ciertos países miembros, en la inauguración de la nueva embajada de Estados Unidos en Israel. Otra vez dejamos pasar la oportunidad de actuar como una gran potencia y de presentar una postura común como bloque político ante lo que no deja de ser una provocación más de Trump en su particular e interesada hoja de ruta internacional. El lunes nos mostramos ante el mundo como un conjunto débil y, lo que es peor, sin capacidad de mantener y defender una postura propia.Por José Francisco Sigüenza García

Por José Francisco Sigüenza García

El lunes no fue un buen día para los que nos sentimos europeos y creemos firmemente en el proyecto de futuro y bienestar social que representa la Unión Europea. En Jerusalén se escenificó de nuevo la ruptura de la acción política exterior de la Unión con la presencia de los embajadores de ciertos países miembros, en la inauguración de la nueva embajada de Estados Unidos en Israel. Otra vez dejamos pasar la oportunidad de actuar como una gran potencia y de presentar una postura común como bloque político ante lo que no deja de ser una provocación más de Trump en su particular e interesada hoja de ruta internacional. El lunes nos mostramos ante el mundo como un conjunto débil y, lo que es peor, sin capacidad de mantener y defender una postura propia.

Ante un nuevo orden internacional en el que países como Rusia, Estados Unidos o China, dejan clara sus posturas tanto en lo económico como en lo político, la Unión Europea ha de redoblar los esfuerzos para que su voz se escuche como una sola, sin fisuras ni “versos sueltos”. El caso de la embajada en Jerusalén tiene su relevancia por lo simbólico del instante, por la dimensión diplomática del asunto, pero no es ni de lejos el reto más importante al que se enfrenta la Unión. La ruptura por parte de la administración Trump del pacto anti-nuclear y el restablecimiento de las sanciones a Irán significa un órdago al precario equilibrio en una de las zonas más conflictivas del planeta que no puede dejarnos indiferentes.

Irán y el mantenimiento del pacto anti-nuclear suponen una oportunidad magnífica para ocupar el papel protagonista que debe tener la Unión Europea. Es el momento de liderar las negociaciones, de establecer puentes y encabezar delegaciones multinacionales. Es hora de entender que, como conjunto de países, nos interesa a todos tener una posición de liderazgo que, finalmente, nos coloque como referente mundial. Ganando la Unión ganamos todos, fortaleciendo nuestra diplomacia aumenta la capacidad negociadora de todos y a todos los niveles. En un mundo tan globalizado, el que seamos una voz referente en políticas de seguridad supone que aumenten nuestras posibilidades de influencia en otros muchos aspectos.

Si conseguimos actuar a tiempo, liderando una respuesta internacional que aúne esfuerzos para el mantenimiento del pacto, protegeremos nuestras inversiones, fortaleceremos nuestra economía y lo que puede resultar más importante, demostraremos, por la vía de los hechos, que la Unión Europea posee un pensamiento propio resultado del consenso de los 27 países que la conforman y que no depende de nadie para tomar sus propias decisiones.

La actuación de Austria, Hungría, la República Checa y Rumanía, es el reflejo de una debilidad que es necesario corregir de raíz. Ante estos comportamientos, de los cinco escenarios que plantea el Libro Blanco sobre el Futuro de Europa, puede que cobre fuerza el de las dos velocidades, pero debemos seguir empeñados en hacer más todos juntos, convencer, ponernos en valor y reivindicarnos como potencia mundial.