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Kevin Spacey, un animal de la interpretación

El actor, como Frank Underwood
El actor, como Frank Underwoodlarazon

Tiene una mirada privilegiada. Primero capta la atención del espectador y, posteriormente, le fulmina. Por su ambigüedad moral, además de porque nunca se sabe bien cuáles son sus intenciones.

Tiene una mirada privilegiada. Primero capta la atención del espectador y, posteriormente, le fulmina. Por su ambigüedad moral, además de porque nunca se sabe bien cuáles son sus intenciones. Es una de las muchas virtudes de Kevin Spacey, que muestra todo su catálogo actoral al interpretar a Frank Underwood en «House of Cards» cuya quinta temporada se estrenó en maratón de temporada completa el 31 de mayo, al día siguiente de Estados Unidos y que ya está completa bajo demanda en Movistar +. En ella, le podemos ver amable cuando le interesa y correcto, rayando la impostura, cuando habla con su esposa. Esa actitud se traslada a su relación con sus colaboradores y rivales porque domina, no ya la diplomacia el arte del engaño. Sólo le vemos cómo es Underwood cuando en la serie, igual que en el teatro, el protagonista atraviesa la cuarta pared e interactúa con la audiencia. Ahí vemos al personaje en su esencia: cínico, maquiavélico, insensible, con los objetivos muy claros y cómo proceder para ejecutarlos en su propio beneficio. Se ve como un mesías, cuando lo cierto es que no está para servir a su país sino para que Estados Unidos le sirva a él. Es uno de los mejores personajes que se han creado en los últimos años. Así de tajante y tan cierto como que si no existiese Kevin Spacey la hondura de este ser poliédrico seguramente no existiría. O quizá sí, pero mucho peor. El actor ha logrado algo que no está al alcance de cualquiera deshumanizar a Underwood a partir de su dañina humanidad, que fue erosionada no se sabe cuándo (no es cuestión de hacerle un psicoanálisis), pero sin duda está marcado por una personalidad narcisista, porque está encantado de haberse conocido y de pasearse por los mármoles y las moquetas de la Casa Blanca como un hombre que no duda en ensuciarlas en pos de su conveniencia.

Tras una larga trayectoria en el teatro, ya en el cine supo medirse a los grandes en la cinta coral «Glengarry Glenn Roos» (1992), en la que compartió plano y fiereza interpretativa con Al Pacino , Jack Lemmon y Ed Harris. Tres años después logró su primer Oscar gracias a su trabajo en «Sospechosos habituales», pero uno de los papeles más decisivos de su carrera, no era difícil ver en él a un embrión de Underwood fue en que encarnó en «Se7en». Tras ser detenido por su plan maquiavélico de asesinatos, aún no se puede olvidar cómo, con una calma pasmosa, los justificaba: «Si quieres que la gente te escuche, no puedes limitarte a darles una palmadita en el hombro, hay que usar un mazo de hierro, sólo entonces se consigue la atención absoluta». Pongamos en contraste una de Underwood: «A veces, la mejor manera de ganar el respeto de tus superiores consiste en desafiarlos». Su segunda estatuilla llegó con «American Beauty» (2000), otro personaje que se salía de los cánones de lo adecuado y que era una crítica brutal al reluciente modo de vida americano que oculta bajo su alfombra las peores bajezas.

En la quinta temporada, en “House of Cards” continúa en su línea, porque en su diccionario no está la palabra rendición. Él nos ha abierto las cloacas de Washington de par en par, con un gesto de ironía como si nos estuviera diciendo y sin taparse la nariz para decirnos: «Pasen y vean, esta es la democracia que votan».

«House of Cards», Temporada 5 completa bajo demanda, en exclusiva en Movistar +