Elecciones catalanas

Cuidado con lo que deseas, Inés

Cuidado con lo que deseas, Inés
Cuidado con lo que deseas, Inéslarazon

Por Carlos Prallong*

Digo yo que, a estas alturas de la película, sobra ponerse a explicar lo especialita que es Cataluña. La nena mimada y consentida, la malcriada por antonomasia del sistema autonómico español, se ha convertido en una llorona insoportable; hasta el punto que toca preguntarse si a Inés Arrimadas, el candidato constitucionalista con mejores perspectivas electorales allí, le interesa realmente cumplir el sueño de toda persona dedicada a la política, que no es otro que gobernar...

¿Y por qué no iba a querer un político gobernar? Pues porque (esto es algo que debemos tener muy presente) en Cataluña la calle es nacionalista. Las empresas demoscópicas pueden establecer las proporciones entre sedicionistas y soberanistas como les venga en gana. Las urnas podrán reflejar unas u otras realidades. Incluso manifestaciones constitucionalistas como las vividas recientemente pueden llevarnos a impresiones equívocas, pero lo cierto es que la calle en Cataluña es rotundamente nacionalista. Y eso significa que es como cualquier otra calle populista, pero con mucho más odio e intolerancia.

Esto Artur Mas lo sabía muy bien. Y por eso resulta hoy más que conveniente recordar su caso: El molt honorable le designó heredero, pero el tripartito le arrebató esa presidencia que había considerado propia por pleno derecho; dos veces... Cuando finalmente ‘se le fue devuelta’ en 2010, no tuvo más que abrir un par de cajones para comprender lo desolador que era el panorama ante sí. Durante seis años de crisis económica, al volante de la Generalitat se habían sentado tres partidos que únicamente estaban de acuerdo en la supremacía catalana y la necesidad de ahondar en las diferencias y separación con el resto de españoles para justificar su existencia. Seis años de huida hacia adelante disfrazada de avance hacia la independencia quebraron Cataluña y pusieron a Artur Mas en una encrucijada. Podía cerrar el grifo y asumir la realidad de las cuentas catalanas o bien pisar el acelerador y continuar la carrera hacia el precipicio de la independencia. Sabía que la calle, ya irremediablemente nacionalista por aquel entonces, no iba a aceptar la primera opción (y menos viniendo de uno de derechas como él); con lo que cerró ojos, se tapó la nariz, y se zambulló en el prusés hacia una independencia que nunca quiso, por aquello de que sabía que el parné está donde siempre ha estado: en el independentismo y no en la independencia.

Y si así estaban las cosas tras seis años de tripartito, imagínense ahora tras seis años de tripartito y siete de prusés. Y llegamos a ti, Inés Arrimadas, a quien la calle catalana no está dispuesta a aceptarte lo de ‘la herencia recibida’ ni durante las primeras 100 horas de gobierno. La que tampoco puedes culpar de nada a España. La que solo por no ser independentista ya eres considerada una fascista de la peor calaña de la ultraderecha mundial... Es muy difícil prever lo que pueda ocurrir a partir del próximo 21 de diciembre, Inés. Podemos encontrarnos con muchas versiones diferentes de la realidad, pero en ninguna de ellas hay un presidente (o presidenta) de la Generalitat soberanista que levante las alfombras y devuelva la sensatez a Cataluña ante el reconocimiento pacífico de la ciudadanía. Quien intente poner fin al delirio sedicionista lo hará en contra de la calle, y aparentará hacerlo en contra de Cataluña entera y verdadera...

Pero esto tú ya lo sabes, Inés. Al menos deberías saberlo. Si a pesar de ello deseas gobernar, únicamente por eso mereces toda mi admiración y respeto. Pero ten cuidado con lo que deseas. Yo espero, por el bien de todos, que lo tuyo sea valentía y no temeridad.

*Carlos Prallong es periodista. Autor de “La tiranía de los imbéciles