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El “efecto sede” existe

El “efecto sede” existe
El “efecto sede” existelarazon

Las grandes ciudades, como Nueva York, Londres, Chicago, Paris, Madrid o Barcelona compiten en atraer sedes sociales de las grandes multinacionales, que cada vez más operan en un entorno global. El llamado “efecto sede” existe. Las ciudades compiten en ofrecer ventajas estratégicas, fiscales y económicas para las empresas multinacionales, buscando la agrupación de sus sedes sociales en grandes plazas económicas.

El efecto sede repercute a medio y largo plazo en el desarrollo económico de las ciudades y regiones. No tanto por los impuestos indirectos que se recaudan, como pueden ser el de Actos Jurídicos Documentados derivado de las actuaciones administrativas que las sociedades lleven a cabo, los impuestos locales, o los impuestos directos derivados del IRPF (tributo cedido en un 50%) de las mayores rentas que representan los directivos empresariales allí desplazados; sino sobre todo, por los efectos indirectos de creación de actividad económica y empleo en torno a las empresas y directivos allí instalados. Las empresas acaban trabajando con proveedores locales. Ello implica mayores consumos de bienes y servicios, especialmente de alto valor añadido, potenciando la creación de un sector de alto potencial de empleo como es el de servicios a las empresas –sector TIC, consultoría y asesoramiento, servicios financieros, etc.-.

Sin duda, la principal ventaja del efecto sede es el intangible de imagen y reputación, que favorece la atracción de nuevas empresas y la constitución de centros financieros y empresariales en las grandes ciudades.

El desafío independentista catalán ha generado un clima de tensión e inseguridad jurídica que está produciendo el traslado de sedes sociales de numerosas empresas. Tan sólo desde el pseudoreferéndum ilegal del 1-O más de 690 empresas han abandonado Cataluña, según datos del Colegio de Registradores. Sólo las compañías cotizadas que han decidido trasladarse representan un valor de más de 90.000 millones de euros (casi la mitad del PIB catalán).

¿Por qué se está produciendo esta fuga masiva de empresas?

Existe cierto temor a las consecuencias para las empresas de una hipotética independencia y la consiguiente salida de la Unión Europea. Pero esa hipótesis es considerada muy remota en el mundo económico y financiero, y de hecho los mercados financieros descuentan que la independencia nunca se llevará a efecto.

El temor a poder llegar a sufrir la doble tributación para las empresas, una a la Hacienda española y otra a la catalana, en el caso de que el desafío soberanista avanzase y se creara una Hacienda catalana, también ha acelerado la salida de los gestores de patrimonios, un sector importante en el mundo financiero catalán y los cambios de domicilio de firmas.

Pero lo que realmente ha motivado la fuga masiva de empresas ha sido la pérdida de reputación de Cataluña, una Comunidad que parecía idónea para hacer negocios y en la que ahora surgen dudas sobre la seguridad jurídica de la que gozan sus empresas. Así como el temor a que el boicot a las marcas catalanas pudiese provocar un cataclismo económico en las empresas.

Ante la situación de inseguridad jurídica, desconfianza e incertidumbre, en un solo día los clientes de Caixabank retiraron 4.000 millones de euros de sus cuentas corrientes o depósitos. En unos casos, por temor; en otros, por reacción, a modo de boicot. Las salidas descontroladas de fondos de las cuentas de Caixabank oscilaban entre los 2.000 y los 3.000 millones de euros diarios. Y lo mismo ha ocurrido en el caso del Sabadell. Ambas entidades bancarias deciden el cambio de su sede para tratar de frenar esta sangría. Y la bolsa acoge con entusiasmo estas medidas.

Tras la decisión de los dos grandes bancos se han precipitado los traslados de empresas como Criteria, Gas Natural, Abertis, Agbar, Cellnex, Planeta, Idilia Foods (Cola-Cao), eDreams, Bimbo, Inmobiliaria Colonial, etc. También están migrando compañías medianas y pequeñas. Y lo están haciendo ante la importante caída de su facturación principalmente porque venden en el resto de España y están sufriendo el rechazo al producto catalán.

Las emociones están desbordadas y tristemente empieza a ser habitual mirar la procedencia de los productos antes de decidir su compra. Es la respuesta de muchos ciudadanos del resto de España ante ciertos comportamientos insolidarios de los independentistas catalanes para con el conjunto de España. Porque al igual que existe un déficit fiscal en Cataluña derivado de ser una de las regiones con mayor renta per cápita del Estado, existe un importante superávit comercial por el gran volumen de exportaciones de las empresas catalanas al resto de España.

El mercado de referencia para las empresas catalanas más relevantes sigue siendo el español. Su primer mercado, en muchos casos. Y esta es la principal razón de la huida masiva de empresas de Cataluña.

Cada vez más pequeñas empresas familiares están en peligro ante la continua caída de sus ventas. El sector de la restauración y el hotelero empiezan a sentir en sus cuentas de resultados los efectos que sobre el turismo está teniendo la inestabilidad política y social de Cataluña. La inseguridad hace que cada vez más cruceros decidan cambiar su habitual escala en Barcelona.

El desafío catalán llevará a un parón del consumo, la demanda y la inversión, y en consecuencia del empleo. La situación tiene difícil solución, lo que preocupa al mundo económico y empresarial. Quedan largos meses de incertidumbre por delante. De ahí, que tras los cambios de sede de las empresas, la escasa confianza en una solución del conflicto a corto plazo, esté retrayendo las decisiones futuras de inversión y localización de centros productivos en Cataluña. Eso sí tendría además importantes efectos tributarios en el reparto de la parte autonómica del impuesto sobre la renta o el IVA.

Pero lo más grave de todo es que muchas decisiones empresariales que se han llevado a cabo tendrán difícil reversibilidad. La economía catalana ha sufrido un golpe profundo y permanente. Y todo es susceptible de empeorar aún más, ya que la crisis política en Cataluña no admite una solución rápida y se vislumbran años de inestabilidad. Una catástrofe para Cataluña y su economía.