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No somos iguales
Vaya por Dios, resulta que no somos iguales. Hombres y mujeres no somos iguales. No lo digo yo, lo dice una mujer, científica, profesora de la Universidad de Georgetown, en Washington, española, gallega, y que se llama Sonia Villapol.
Esta eminente investigadora está haciendo grandes progresos para combatir el ictus y, en una entrevista realizada por una emisora de radio española, va y dice que esa enfermedad tan terrible está causando más muertes entre las mujeres que entre los varones y lo achaca a una serie de características genéticas de las mujeres como el periodo menstrual, la composición hormonal y celular...
Y añade que una niña, incluso antes de su nacimiento, ya produce óvulos. Así que cuando nace ya las diferencias son muy claras. Creo que no es necesario seguir profundizando en las diferencias genéticas que son tan evidentes, pero es que también condicionan, la maternidad sobre todo, las diferencias psíquicas, mentales, de comportamiento...
Va más allá la profesora gallega y afirma que haber investigado sobre ratones de laboratorio machos ha impedido estudiar convenientemente las causas y evolución del ictus en las mujeres y que ahora se estudia también sobre ratones hembra. Ahora resulta que los ratones también son diferentes y que hasta una misma enfermedad se comporta de diferente forma en unos y otras.
“¿Qué podemos hacer con esta ideología de género imperante, impuesta desde la ignorancia y la necedad? Ya sé que lo políticamente correcto es la aceptación de esa ideología, convertida en leyes en nuestro país más que en ningún otro, en esto, como en tantas cosas, no siempre positivas, estamos a la cabeza” y una vez más no lo digo yo, lo dice otra eminente profesora, María Lacalle, profesora de Derecho Civil de la Universidad Francisco de Vitoria, durante la Jornada sobre Ideología de Género, organizada por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales el pasado 16 de febrero: “La Ideología de Género se ha introducido fuertemente en el ordenamiento jurídico español en los últimos cuatro años, más que en otros países occidentales, con una inversión de los valores, cuyos efectos negativos serán visibles pronto”.
Es la ignorancia que invade como un tsunami a la sociedad española, es el fracaso escolar, es la falta de criterio, es la falta de valores, es tragarse sin anestesia todo lo que sale por la tele, es, como diría Bill Clinton: “Es la educación, imbécil !!!”
Contaré algunas experiencias personales: Escribí hace algún tiempo un artículo titulado “Mujer” en el que defendía el derecho de las mujeres a ocupar puestos de responsabilidad para el que estuvieran preparadas, que hay que legislar para proteger sus derechos al trabajo, a la promoción interna, a salarios justos de forma que la maternidad no dificulte, ni mucho menos menoscabe, estos derechos. Fui atacado porque no defendía las listas cremallera, definidas por mi como una ofensa a las mujeres que están capacitadas para determinados puestos de trabajo. Tuve que explicarlo en varios foros feministas. Terminaron dándome la razón.
En una tertulia televisiva, muy recientemente, surgió este mismo tema y para defender mi feminismo conté dos circunstancias de trabajo en las que, en una de ellas, mandaba una unidad de análisis de inteligencia compuesto por catorce mujeres y un solo hombre, o cuando era gerente de una empresa y nombré, ante la incredulidad de la afectada, como jefa de personal a una mujer.
En la defensa de los derechos de la mujer, de la igualdad en el trabajo, en los salarios y en tantas otras cosas me tendrán siempre en primera línea, pero nunca en las denigrantes listas cremallera. Me parece muy bien que haya once ministras porque si se hubiera aplicado lo de la cremallera, muchas de ellas, que seguro están ahí por méritos propios, sencillamente no estarían.
En estas estaba, cuando sonó el teléfono. Descolgué el auricular (le di con el dedo al círculo verde) y Oh milagro !!!, tras oír la primera palabra deduje que era una mujer que me llamaba. Resulta que en la voz también somos diferentes.
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