Política
El mercado persa del Gobierno valenciano
España 2019. Las elecciones europeas, nacionales, autonómicas y locales han dibujado un mapa de extremado fraccionamiento político.
España 2019. Las elecciones europeas, nacionales, autonómicas y locales han dibujado un mapa de extremado fraccionamiento político. Eso implica que hay que llegar a acuerdos aunque hace algunos años resultaba más sencillo porque no estaba tan atomizado el panorama de los partidos y los consensos giraban en torno a cuestiones muy concretas y de extenso interés general.
La Comunidad Valenciana también tiene ese crisol ideológico representado en la Cámara autonómica y hemos visto con tristeza como los partidos que quieren formar un gobierno situado entre la izquierda, la extrema izquierda y el nacionalismo –PSOE, Podemos y Compromís– han mantenido una discusión estas semanas que emana una penosa imagen hacia los ciudadanos.
Las negociaciones nada tienen que ver con la resolución de los problemas que acucian a los valencianos sino que se han centrado en saber qué partido acaparará más poder frente a sus socios de gobierno, qué áreas gestionan más presupuesto y si habrá escalones dentro de cada departamento que pertenecerán a los diferentes partidos del pacto.
Es obvio que el espectáculo que han ofrecido a los valencianos tiene algo de paripé porque no van a romper la posibilidad de perpetuar una Generalitat en la que la prioridad es duplicar los chiringuitos y aumentar hasta el infinito el número de personas afines en cada una de las áreas disponibles del Gobierno autonómico y empresas públicas.
Ximo Puig va a seguir al frente del Consell, aunque Mónica Oltra se haga la enfadada y ahora tengan, ambos, que lidiar con la entrada de Podemos en el Ejecutivo, lo que va a tensionar aún más las relaciones de los socios.
Los valencianos pueden ir preparando su bolsillo para la subida impositiva que se avecina y, por desgracia, también para la ralentización económica que comienza a atisbarse. Es la parálisis una de las características de la gestión que han desarrollado PSOE y Compromís y ahora con Podemos dentro del Gobierno valenciano las políticas de izquierda radical que pretenden aplicar van a acentuarse.
El mercado persa en el que se ha convertido el paso previo a la constitución del Consell evidencia que todo se puede comprar y vender: plazas, áreas, departamentos, sillones, nombre de consellers, programas electorales, siglas de cada partido, ideología... todo por mantener el poder.
Una forma de entender la política que los valencianos en apenas cuatro años ya han empezado a penalizar en las urnas bajando de 55 a 52 diputados en un claro aviso que espero que sea más serio y severo en la próxima cita electoral.
Será, por desgracia, la evidencia de que se ha perdido otro mandato entero. Nadie en el tripartito de izquierdas piensa en la dirección correcta: los ciudadanos. El PP
va a seguir enfrascado en la tarea de defender la libertad; la colaboración público-privada; el fortalecimiento de la economía con una bajada real de impuestos; la defensa de la libre elección de los padres sobre la educación de sus hijos; el blindaje de nuestra cultura, nuestras costumbres y riqueza lingüística; y la garantía de una sanidad donde la calidad de la prestación asistencial a los pacientes sea irrenunciable.
Esta tarea puede resultar casi heroica durante esta legislatura porque temo que los desmanes de los integrantes del tripartito «persa» van a ser muy superiores a los sufridos en la legislatura que acabamos de pasar pero no va a ser excusa para que el Partido Popular defienda el interés general de los valencianos para recuperar su confianza de una forma mayoritaria como partido político con vocación de gobierno que somos.
Y lo vamos a hacer desde la jefatura de la oposición que es donde los valencianos nos han situado después de la cita con las urnas, le pese a quien le pese. No hay ninguna otra alternativa en el centro derecha valenciano que esté por encima del Partido Popular en representación por lo que esa responsabilidad recaerá en nosotros y con ilusión recogemos ese testigo.
Las políticas de mercadeo para afianzarse en el poder son un mal extendido que Pedro Sánchez ha patentado para el Gobierno de España y que están dando un pésimo resultado. Esa forma de hacer una «no política» es un lastre para los ciudadanos que demandan un impulso de las administraciones públicas para que nuestro país consiga centrarse en cuestiones de futuro.
Poner en tela de juicio la unidad territorial y el modelo de Estado es algo estéril que no contribuye a ese necesario empujón que necesita España para situarse entre los países más avanzados. Desde el PP vamos a poner nuestro granito de arena para que el mercado de trabajo orientado a las profesiones que van a dominar el mundo en las próximas décadas sea una prioridad y también vamos a garantizar las pensiones porque para los ciudadanos que han dado su vida trabajando por el bienestar y progreso de sus familias es un aspecto irrenunciable.
El PP analiza los problemas sociales y propone soluciones. Esto es lo que debería pasar en España en el año 2019: a los de enfrente se les quedó parado el reloj hace más de cien años
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