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¿Quién defiende el interés general?
La gestión política compartida exige responsabilidad y objetivos comunes porque de lo contrario está abocada al fracaso y las tensiones acaban por debilitarla hasta la fractura total. Este viaje tortuoso es el que están recorriendo los valencianos con el tripartito que gobierna en la Comunidad Valenciana, donde la lucha de egos, los diversos objetivos y manera de entender la política están conformando un ruinoso mandato.
Estar siempre pendiente de los apoyos externos, de dos y hasta tres esferas diferentes, es una rémora que acompaña al presidente de la Generalitat, Ximo Puig, desde el mismo día de su investidura. Esa carga ha sido asumida con naturalidad por el líder de los socialistas valencianos como precio a pagar por ocupar la Presidencia con los peores resultados de la historia de su partido en la región. ¿Hasta cuándo va a aguantar esa unión temporal de siglas divergentes? Parece que hasta que la cercanía de las elecciones acabe por dividirla.
La parálisis del Gobierno valenciano es absoluta y las dificultades para alcanzar consensos en el seno de la Administración autonómica son inmensas. El mestizaje no funciona y los valencianos sufren la ausencia del impulso de la Administración autonómica que no imprime dinamismo a la recuperación del ciclo económico.
El pacto que sustenta el difícil equilibrio de fuerzas que encabeza Puig hace aguas. En las Cortes Valencianas comprobamos hace unos días la hondura de la grieta entre PSPV, Compromís y Podemos. Desde el Partido Popular presentamos una enmienda a la totalidad de la Ley de Acompañamiento a los Presupuestos al entender que creaba más problemas de los que solucionaba a los ciudadanos con medidas tan caprichosas y dañinas como la tasa turística, entre muchas otras. Podemos se abstuvo y dejó en minoría a PSPV y Compromís.
¿Un toque de atención? No. Pretende desmarcarse de sus socios coyunturales y busca el espacio electoral a un año y medio de la cita con las urnas. Puig y Oltra tuvieron que echar mano de los cuatro ex diputados de Ciudadanos para salvar la situación, aumentando en el debe la nómina de favores. Los socialistas valencianos han perdido el norte por mantenerse en el poder, pero hacerlo a costa de nacionalistas, antisistema y de cuatro expulsados por no respetar las directrices del partido con el que concurrieron a las elecciones demuestra una supina debilidad.
El guión da para una película de nuestro querido Luis Berlanga pero es trágico que este trajín de favores mercadeados en las instituciones tenga por objeto salvar solo la nómina de afines y enchufados cada vez más larga y pesada para la Administración autonómica. ¿Quién piensa en los valencianos? Obviamente ninguno de estos actores y actrices –que los ciudadanos colocaron con sus votos en un papel secundario– y que solo las componendas los encumbraron adonde nunca soñaron.
Hay que preguntarse si es lógico que los socios del tripartito tiren cada uno de una extremidad del pueblo valenciano en una irresponsabilidad que puede descoyuntar buena parte de la unidad de acción de una ciudadanía emprendedora y responsable. Podemos y Compromís apuestan por el “derecho a decidir” de los independentistas catalanes y el PSPV navega entre dos aguas lo que le supone dificultades hasta con su matriz en Ferraz.
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