Desarme de ETA

853 víctimas, 50 años después. No hace tanto. No tan lejos.

853 víctimas, 50 años después. No hace tanto. No tan lejos.
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Cada mañana que el informativo de las 9 abría con una nueva bomba lapa, un tiro en la nuca o una explosión, y la voz de cualquier locutor se venía abajo anunciando el número de muertos, los secuestros o las extorsiones o todo junto en la misma noticia, tras la falta de respiración por la rabia y el dolor, todos teníamos el mismo sueño: acabar con ETA. Terminar. Fulminar de nuestras vidas a los asesinos con el ‘basta ya’ ahogado mientras mirábamos incrédulos el transistor.

No había sol ni ganas de comer cuando las cadenas de televisión nos lanzaban por encima del pan y las patatas los cuerpos despedazados de los que se habían quedado sobre el asfalto. Todo se volvía amargo un día y otro día más y otro y algunos hasta dos y tres veces durante 50 años.

Por entonces, parecía imposible vencer tanto terror y con cada tiro en la nuca a cualquiera, el ideal se hacía más quimera.

Siempre cansados, nos echábamos valor para hacernos fuertes, nos colgábamos lazos azules, nos uníamos en nuestro Estado de Derecho, éramos todos firmes, compartíamos dolor y con dolor sostuvimos la Democracia; con leyes les dijimos no, con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado –valientes y comprometidas- les plantamos cara y con Justicia, con la verdad y con la razón, esta sociedad española les venció.

Hoy, ahora, desde el alivio, desde la sensación de paz que nunca debimos perder, no podemos sentirnos felices tras 853 víctimas del terrorismo de ETA a lo largo de 50 años. Los últimos 50 de nuestras vidas y los últimos 50 de nuestro país.

Ahora nos toca no perder este relato y enfrentar el olvido. Porque si olvidamos, volveremos a perder. Porque si olvidamos, prevalecerá el relato de los asesinos en lugar del de las víctimas. Porque con el olvido, los demás ‘Otegis’ asesinos volverán en forma de hombres de paz malditos, sin haberse arrepentido ni haberse acercado al verdadero sentido del perdón. Si olvidamos, nos vuelven a matar. Si olvidamos, ellos reescribirán la Historia y las 853 personas asesinadas dejarán de existir. No les dejemos escribir nuevas páginas. El libro está cerrado y nosotros, los españoles de a pie, sin armas, pero con razón, escribimos el epílogo.

Sólo hay una historia y solo un final.

Verdad: Fueron 853 personas asesinadas, mutiladas, destrozadas durante 50 años. Con bombas, con tiros en la nuca, indiscriminadamente, sin motivo.

Memoria: Unos pocos impusieron con las armas y el terror, el silencio a la mayoría de ciudadanos pacíficos.

Dignidad: El dolor de las familias de las 853 víctimas, las 853 víctimas, debe ser nuestro recuerdo, lo único en nuestra memoria.

Justicia: Esclarecimiento de todos los crímenes de ETA que quedan sin resolver. A la asesinos, no a la impunidad, no a los privilegios, solo Ley sobre sus actos y consecuencias.