
Naufragio
Encontraron el barco y a su tripulación con vida, pero luego... nada: el pesquero español que desapareció tres veces
Un barco, cuatro hombres y un enigma marino que lleva más de medio siglo sin resolverse

Un barco, cuatro hombres y un enigma marino que lleva más de medio siglo sin resolverse. Así podría resumirse uno de los episodios más inquietantes del Atlántico: la historia del ‘Fausto’, un modesto pesquero palmero que, como si hubiera sido engullido por un agujero negro flotante, desapareció... no una, ni dos, sino hasta tres veces. Y no, no es el guion de una serie buena: ocurrió de verdad, en las aguas canarias de 1968.
Todo comenzó un 20 de julio -hace ya 57 años- durante las tradicionales Fiestas del Carmen. Mientras en tierra firme se bailaba y se brindaba, el ‘Fausto’, una embarcación de 14 metros de eslora y alma marinera, zarpaba desde El Hierro rumbo a La Palma. La misión era simple: transportar plantones de platanera. Nada fuera de lo habitual. Pero a bordo iban cuatro hombres que jamás imaginaron que se convertirían en protagonistas de una leyenda marítima.
Los hermanos Ramón y Heriberto Concepción, su primo Miguel Acosta, y un pasajero ocasional, Julio García Pino -mecánico con prisa por llegar a La Palma debido a la enfermedad de su hija- partieron de madrugada, con agua, diez kilos de fruta y un horizonte aparentemente tranquilo. Pero el mar, caprichoso y traicionero, tenía otros planes.
Horas más tarde, el Fausto no daba señales. Las condiciones meteorológicas empeoraban y cundía la alarma. Comenzó entonces una búsqueda aérea y marítima sin precedentes en Canarias. Aviones, barcos, radios... todo activado, todo en vano.
Hasta que el 25 de julio, ¡milagro! El mercante británico Duquesa, procedente de Sudamérica, reportó haber encontrado el Fausto a la deriva al oeste de El Hierro y La Palma, lejos de la ruta prevista. Los tripulantes estaban bien, aunque con cara de susto. El buque inglés les facilitó comida y bebida, y los dejó seguir rumbo a casa. En Tazacorte ya se preparaba la bienvenida, con abrazos, lágrimas y seguramente alguna botella de ron lista para descorchar.
Pero el Fausto nunca llegó.
Otra vez desaparecido. Y con ello, comenzó el segundo acto del misterio.
Las autoridades redoblaron esfuerzos, ampliaron el área de búsqueda, rascaron el cielo y el mar... Nada. El 7 de agosto se dio por cerrada la operación de rescate. Oficialmente, el Fausto y sus hombres eran ya leyenda.
Pero el mar, en su eterno juego de trampas, tenía un último as bajo la manga.
Meses después, un barco italiano lo divisó frente a las costas de Venezuela. Sí, otra vez el Fausto, navegando solo como alma en pena. A bordo, solo un cadáver desnudo en la sala de máquinas. Nada más. Ni rastro de los otros tres. El pesquero fue remolcado rumbo al puerto de Cabello. Pero, como si el propio Poseidón se riera de los humanos, el Fausto desapareció por tercera vez, esta vez rompiendo el cabo que lo unía al barco italiano. ¿Accidente? ¿Descuido? ¿O un nuevo capítulo de esta tragedia circular?
Cuando el barco italiano llegó finalmente a puerto, entregó una libreta -o mejor dicho, lo que quedaba de ella- con algunas hojas arrancadas. Supuestamente pertenecía a García Pino. En esas páginas, ahora amarillentas por el tiempo, se narraba el desenlace de algo terrible... aunque, como en toda buena historia de misterio, nadie supo jamás con certeza qué decía ni quién había arrancado las páginas clave.
¿Un intento desesperado de dejar testimonio? ¿Una confesión incompleta? ¿O simplemente el eco de una tragedia que el mar se empeñó en guardar para sí?
Hoy, 57 años después, el caso del Fausto sigue flotando en el imaginario colectivo de Canarias como un relato entre la realidad y la leyenda. Un enigma que ha querido rescatar el periodista e investigador Luis Javier Velasco Quintana en su obra "El Fausto. Historia y misterio de una tragedia", donde reconstruye con rigor y detalle lo que ya es, oficialmente, el único caso conocido en el mundo de un barco que desapareció tres veces.
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