
Historia España
La habitación 3 del Hotel Madrid: el cuarto (aún intacto) de la víspera que cambió la historia de España
La estancia se ha convertido en reclamo turístico y materia prima para historiadores

La puerta aún se abre con llave de metal. Dentro, la madera oscura cruje. Cama de dos cuerpos, mesilla con lámpara, cómoda, espejo, escritorio y armario. Nada sobra, ni ha sido reemplazado. Es la habitación número 3 del Hotel Madrid, en la Alameda de Colón (Gran Canaria), y entrar hoy en ella es asomarse a una escena pasada. No hace falta forzar metáforas porque el mobiliario que vio dormir a Francisco Franco la noche del 17 al 18 de julio de 1936 se conserva prácticamente igual, testimonio mudo de las horas previas al estallido de la Guerra Civil.
Un "museo" involuntario en pleno centro histórico
El edificio -obra del modernista grancanario Rafael Massanet y Faus (1890-1966)- combina una fachada de principios del siglo XX con interiores eclécticos revestidos de carpintería oscura. El conjunto desprende un aire acogedor que contrasta con el peso de la memoria. El hotel, pegado al Gabinete Literario y mirando a la Alameda, ha visto desfilar huéspedes de todo tipo. Muchos piden la habitación 3; algunos, cuentan los responsables, solicitan incluso retirar del llavero el pequeño retrato de Franco que lo acompaña.
17 de julio: luto, recelos y reuniones discretas
La secuencia que conduce a esa noche comienza el 16 de julio de 1936, con la muerte del general Amado Balmes, comandante militar de Las Palmas, en un suceso presentado entonces como accidental durante unas prácticas de tiro. Con el pretexto de presidir el funeral y abrir una investigación, Franco viaja desde Tenerife en el vapor interinsular Viera y Clavijo. Al mediodía del 17 se celebra el entierro, con miles de asistentes y un clima de tensión creciente. Relatos de la época describen roces entre el general y las autoridades civiles por pintadas hostiles en las calles. Por la tarde, Franco se reúne con mandos militares en una finca de Tafira, y ya de noche se instala en el Hotel Madrid.
En paralelo, el tablero internacional deja su huella. Versiones contrastadas sostienen que en esas horas se tantearon pasaportes italianos a través del cónsul en la ciudad, una vía que se habría descartado de inmediato. El foco, en realidad, estaba más cerca, en el norte de África.
La madrugada decisiva
De madrugada llegan las noticias. En Melilla ha comenzado la sublevación. Desde su posición como comandante general de Canarias, Franco cierra filas y, a primera hora -las 05:15, según las cronologías- suscribe en Las Palmas de Gran Canaria el manifiesto que alinea a las guarniciones del Archipiélago con el levantamiento. La pieza propagandística circula a contrarreloj y alimenta la narrativa de “unidad” con el Ejército de África. A partir de ahí, cada minuto cuenta.
La mañana del 18, el plan de huida evita la carretera hacia el aeropuerto. En ese momento circulan rumores de emboscadas y controles en Telde, a la altura de Jinámar, con nombres propios que entran en la leyenda local -El Corredera, Casimiro, Elsa Wolf o Juan “del Pesoe”-. En lugar de ello, Franco sale hacia el Puerto de la Luz y de Las Palmas vestido de paisano, acompañado por su primo, Francisco Franco Salgado-Araujo “Pacón”, y por el capitán José García de la Peña. Una falúa los acerca al remolcador España II, que pone rumbo a la bahía de Gando. Allí espera, con motores encendidos desde días antes, el Dragon Rapide. El resto es historia: África, el puente aéreo con tropas coloniales y, en tierra peninsular, el país empujado a una espiral de violencia que duraría tres años y dejaría cicatrices que aún interpelan.
Morbo, cine y memoria
Pocas estancias han acumulado tanto magnetismo histórico en tan pocos metros cuadrados. Con el tiempo, la habitación 3 se convirtió en reclamo turístico y materia prima para historiadores. Hay quien solicita dormir en la misma cama de teja; otros piden solo verla. La lista de curiosos es larga, eso sin duda. Desde académicos hasta rostros conocidos. Durante el rodaje de Aliados (2016), de Robert Zemeckis, la producción alquiló el hotel; Brad Pitt, avisado de la anécdota, quiso “probar” el catre un rato, inmortalizado en una fotografía. Antes y después, estrellas como Gregory Peck -cuando filmó Moby Dick en los años cincuenta- o Uma Thurman y políticos como José Bono o Pasqual Maragall han pasado por allí.
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