Historia y Ciencia
La increíble historia del físico español amigo de Einstein y Curie que puso a España en el mapa
Cajal le cambió la vida, Weiss le afinó el pulso y las cifras lo elevaron hasta convertirlo en referencia

Si abres la foto de la VI Conferencia Solvay (1930) y recorres la primera fila, tercer asiento desde la derecha, aparece un español nacido en Arrecife (Canarias). No se coló -faltaría más-, sino que fue invitado por Einstein y Marie Curie para debatir de lo suyo, el magnetismo. El tema de aquella edifición fue precisamente ese; y en la imagen, junto a Blas Cabrera Felipe (primer físico nacido en España que acudía a la cita) figuran monstruos como Bohr, Pauli, Dirac, Fermi o Weiss.
Unas páginas antes, la Solvay de 1927 ya había pasado a la historia: 29 asistentes y 17 premios Nobel entre presentes y futuros, con la célebre trifulca intelectual Einstein-Bohr sobre el azar cuántico. El primero repetía el lema "Dios no juega a los dados"; el segundo remató con el dardo: "Einstein, deja de decirle a Dios lo que tiene que hacer". La frase tiene varias versiones, pero el fondo viene a ser el mismo, y son las probabilidades frente a las certezas.
Del derecho al laboratorio
Cabrera nació en Lanzarote en 1878, aunque tres años después su familia se trasladó a Tenerife. El canario empezó derecho, sí, pero hasta que Santiago Ramón y Cajal le dijo que por ahí no era. En 1905, con 27 años, obtendría la cátedra de Electricidad y Magnetismo en la Universidad Central de Madrid, y en 1910 tomó las riendas del Laboratorio de Investigaciones Físicas de la Junta para Ampliación de Estudios (JAE), el vivero que modernizó la ciencia española.
Con la JAE viajó a Zúrich (1912) para trabajar con Pierre Weiss, referente mundial en magnetismo. Allí pulió método, hizo amigos de altura como Einstein y trajo de regreso técnicas y ambición. Sus medidas de susceptibilidad magnética se convirtieron en estándar, y su "curva de Cabrera" describió cómo varían los momentos magnéticos en la familia del hierro. No era humo lo que vendía, porque en una biblioteca de Estrasburgo, de 180 artículos de magnetismo, 24 salían del laboratorio del canario.
Einstein en Madrid, Curie en la Residencia y el "Rockefeller" en pie
En 1923, Einstein pasó por Barcelona, Madrid y Zaragoza, siendo el anfitrión científico fue Cabrera. Ese mismo clima intelectual atrajo también a Marie Curie, que visitó la Residencia de Estudiantes y los nuevos laboratorios madrileños con Cabrera de guía. España, por una vez, estaba en la conversación cosmopolita.
Unos años después llegó el golpe sobre la mesa de la Fundación Rockefeller, quefinanció con 420.000 dólares el Instituto Nacional de Física y Química, inaugurado en febrero de 1932 y conocido desde entonces como el "Rockefeller". Un edificio y un proyecto que colocaron a Madrid al nivel europeo. Hoy, aquel legado pervive en el Instituto de Química Física "Blas Cabrera" (IQF-CSIC), rebautizado en 2023.
Un español en la mesa de los mayores
Cuando la VI Solvay trató el magnetismo, Cabrera no acudió de oyente, porque el canario ya contaba con amplia experiencia en ese campo y formaba parte del Comité Científico desde 1928. Ese día presentó la ponencia "Las propiedades magnéticas de la materia" y el resultado fue su consolidación como físico.
Guerra, depuración y exilio
Sin embargo, el hilo se corta en 1939. Depurado sin garantías, cesado y expulsado de su cátedra, Cabrera partió alexilio en México. Allí enseñó en la UNAM, dirigió la revista Ciencia y en 1944 publicó El magnetismo de la materia. Falleció en Ciudad de México en 1945. La herida tardó en cerrarse y no fue hasta hasta 2018 y 2019 cuandoel Gobierno reparó oficialmente las sanciones franquistas a científicos como Cabrera. En 2022, sus restos y los de su familia regresaron a La Laguna (Tenerife), ciudad que lo vio crecer y evolucionar como persona y donde conoció a su mujer.