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Más cabras que personas y playas de otro mundo: así es la isla más antigua de España

Miguel de Unamuno se enamoró al instante de esta belleza atlántica cuando fue desterrado

La isla más antigua de España
Más cabras que personas y playas de otro mundo: así es la isla más antigua de EspañaBarceló

Fuerteventura es un lugar extraño y fascinante. Apenas bajas del avión y empiezas a recorrer sus carreteras, el paisaje te golpea en la cara con kilómetros de lomas, silencio, viento y alguna que otra cabra. Y sin embargo, es un vacuo que lo contiene todo. La isla más antigua de España, con más de 22 millones de años a sus espaldas, se muestra como una obra de arte volcánica. Miguel de Unamuno lo entendió al instante, cuando fue desterrado aquí, porque se enamoró de esa belleza áspera que hay que sentir al menos una vez en la vida.

Corralejo, Betancuria y Cofete

Muchos piensan en Corralejo cuando oyen hablar de Fuerteventura. Sus dunas y calas, y sus noches animadas son un imán para turistas. Pero la isla no se queda ahí. Betancuria, por ejemplo, tiene casas eque resisten el viento, plazas diminutas y rincones verdes que recuerdan que la aridez también sabe florecer. La UNESCO la señaló como uno de los pueblos más bonitos del mundo, y basta pasear un rato por cu casco histórico para entender por qué.

Un poco más adentro, el Parque Rural de Betancuria te traslada a otro planeta, quizás a Marte. Las montañas rojizas y las tierras agrietadas tienen algo del planeta rojo y del Gran Cañón. Todo parece tan lejano y tan cercano a la vez, como si la isla te invitara a un viaje cósmico sin despegar del suelo. Y al caer la tarde, toca dejarse llevar hacia la costa. En La Pared, el sol se hunde en el Atlántico mientras el viento levanta espuma en las olas y convierte el momento en un ritual. Nadie aplaude, pero todos saben que es un espectáculo.

Y si Marte ya lo vimos en el interior, el paisaje lunar está reservado para Cofete. Llegar no es fácil, cuenta con un camino sin asfaltar, curvas y terreno desértico que te hace sentir en medio de la nada. Pero al final, aparece. Doce kilómetros de playa virgen, montañas y un mar que no se cansa de rugir. Es la Fuerteventura más pura, la que resiste sin chiringuitos ni turistas, la que te recuerda lo pequeño que eres frente a la naturaleza.

Dónde comer en Fuerteventura

El viaje se completa en la mesa. Aquí la cabra manda, y no es exageración, porque se dice que hay más de estos animales que personas. En El Majorero, a unos veinte minutos del aeropuerto, Vicente lo explica a su manera. “El Majorero soy yo mismo”, dice entre risas mientras sirve un estofado de cabra que sabe a tradición y un queso frito que se vuelve adicción. Su propuesta es sencilla, respetar el producto local, darle un toque de creatividad y recordarle al comensal que comer también es una forma de cuidar.

Dónde alojarte

Viajar a Fuerteventura es también comprometerse, como en cualquier lugar de Canarias. No es solo mirar, es aprender a hacerlo bien. En un archipiélago que sufre sequías y que siente la presión del turismo, elegir alojamientos que respeten el entorno y consumir local son gestos que marcan la diferencia. Cada plato de queso majorero, cada sombra de buganvilla en un hotel que apuesta por la sostenibilidad, cada turista que entiende que este paisaje es frágil suma un grano de arena a la causa.