Sucesos
Okupa una casa desde hace nueve años y admite: "Bastante me ha costado llegar hasta aquí"
La protagonista critica la falta de empatía social y asegura que muchas familias acaban en situaciones límite por pura necesidad

"Llevo casi una década en esta casa y lo único que busco es estabilidad para mis niñas", resume Yurena, vecina de La Paterna, en Las Palmas de Gran Canaria. Y es que el Gobierno de Sánchez no habrá logrado que los trabajos dejen de ser precarios, que la exclusión social disminuya o que mejore el desempleo juvenil, aunque, sin duda, hay algo que sí debe reconocérsele, y es que ha conseguido que los okupas puedan vivir tranquilos.
La protagonista de esta historia vive desde hace nueve años en un piso que no figura a su nombre, aunque mantiene a su cargo los suministros y la cuota de la comunidad. "Tengo la luz y el agua a mi nombre, pago la counidad, el que algo quiere, algo le cuesta", explica en una entrevista al canal de Youtube 'Esto puede salir mal'. Yurena detalla cómo accedió al inmueble tras recibir una llave a cambio de dinero, convencida de que aquella oportunidad era la única vía para ofrecer a sus hijas un espacio propio. "No tiré la puerta, me dijeron que tenían la llave de esta casa y que si pagaba me la daban, la cogí y me vine", recuerda.
Su llegada estuvo condicionada por la falta de espacio en la vivienda de su abuela. "El hueco que teníamos era ridículo, no podíamos seguir tres generaciones apretadas", afirma. Una vez instalada, comenzó a reparar desperfectos con lo que tenía a mano, aunque admite que aún queda mucho por hacer. "La he arreglado como he podido, todavía le faltan cosas, pero al no estar a mi nombre tampoco puedo meterme en grandes obras", señala.
El piso pertenecía a una familia cuyos miembros fallecieron hace años. "Por lo que sé, los dueños murieron y un sobrino se quitó la vida, la casa quedó cerrada y nadie volvió", relata. Esa ausencia de reclamaciones y el tiempo transcurrido alimentan su esperanza de seguir donde está. "Llevo casi nueve años y de momento todo bien, espero que nadie me eche, bastante me ha costado llegar hasta aquí y no molesto a nadie, voy a lo mío", insiste.
La relación con el vecindario es, según cuenta, una de sus mayores fortalezas. "Los vecinos están de acuerdo con que yo siga aquí, nunca he tenido problemas con ellos", afirma. Su apoyo fue evidente cuando varias personas intentaron entrar en el piso en plena tarde. "Fue sobre las cinco, otra vecina me avisó de que estaban intentando colarse, imagínate que llegan a entrar con mi perro dentro y mis hijas por aquí", explica. Narra aquella escena como una irrupción que dejó inquieto a todo el edificio."«Entraron a lo salvaje, los vecinos también se asustaron", añade.
Yurena asegura que intenta corresponder a la ayuda que recibe y que su carácter ha sido clave para mantener lazos sólidos en la comunidad. "Me considero buena gente y por eso también la gente me tiende la mano, aquí todos necesitamos de todos", resume. En este sentido, reconoce que la vida le ha golpeado con dureza y que aún está ordenando aspectos pendientes. La vida no me ha tratado bien, aunque poco a poco voy solventando cosas, pagando lo que puedo y saliendo de deudas", comenta.
En su última reflexión en el podcast pide más empatía y menos prejuicio en la sociedad: "Faltaría un poquito más de humildad. Todo está podrido. Pienso que nos pudren", sostiene, convencida de que muchas veces se juzga antes de comprender. Su historia, articulada entre la necesidad, el arraigo y un intento constante de reconstrucción personal, culmina en una súplica sencilla. "No quiero que me regalen nada, solo que me dejen seguir donde ya he levantado mi casa".