Naturaleza

“Una de las playas más paradisíacas que hemos visto”: así conquista esta isla perdida española a quien la visita

Una creadora de contenido de TikTok relata su aventura en este lugar donde no hay carreteras asfaltadas ni tráfico; solo arena, viento y mucho sol

La Graciosa, Canarias
“Una de las playas más paradisíacas que hemos visto”: así conquista esta isla perdida española a quien la visitaImanes de viaje

Llegar a La Graciosa, en Canarias, es aceptar un pacto sencillo, es que hay bajar una marcha. Desde Lanzarote, un ferry de unos veinte minutos deja al residente o al turista en Caleta de Sebo, y ahí el reloj comienza a cambiar. No hay carreteras asfaltadas ni tráfico; solo arena, viento y calles que se recorren en chanclas. Con apenas 700 habitantes, muchos ligados a la pesca, esta isla ha elegido seguir siendo ella misma.

La joven Estela Zamorano lo contó en TikTok con la naturalidad de quien comparte un secreto: desembarcar, alquilar una bici y dejarse llevar. "Lo primero que te recomiendan es coger una bicicleta para recorrerla entera", dice entre risas. Y tiene sentido, porque aquí las dos ruedas no son postureo, son la forma más honesta de moverse.

Llegar es parte del plan

En La Graciosa moverse duele un poquito las piernas pero alivia la cabeza. Los caminos de tierra se entrelanza con dunas bajas, conos volcánicos y un mar que cambia en cada curva. Estela puso rumbo a Las Conchas, al otro extremo de la isla, y el viaje tuvo de todo: sol de justicia, paradas a beber agua y alguna cadena rebelde que pidió cariño. Nada grave, de esos contratiempos que luego se cuentan como anécdotas y que hacen la ruta más propia.

Una playa que pide silencio

El premio, al final, fue una escena que cualquiera guardaría para días grises, con su arena dorada, agua transparente y horizonte ancho. “Una de las playas más paradisíacas en las que habíamos estado”, resume la creadora. Aquí no hay chiringuitos que compitan con el sonido del Atlántico; la logística es tan básica como efectiva, solo agua, protección solar, algo de comida y respeto.

Un turismo de puro silencio

La Graciosa ha conseguido lo que muchos destinos intentan, y es frenar a tiempo. No se permite la circulación de vehículos convencionales y el urbanismo no compite con el paisaje. La isla no pretende “ofrecerlo todo”, sino cuidar lo que tiene. Lo recuerdan vecinos y visitantes. Venir sí, pero con cabeza.

La vida lenta como elección

Más allá de las imágenes increíbles, aquí la vida aquí ocurre más despacio. La pesca marca la agenda, las puertas se quedan medio abiertas y el saludo en la calle no es protocolo. sino costumbre, como cualquier rincón canario. Para quien llega de ciudades donde el tiempo se gasta a puñados, la isla funciona como un reloj de arena. Tdo, pero a su ritmo. Y una bicicleta, con su crujido de cadena y polvo en los tobillos, se convierte en símbolo de una forma de estar en el mundo menos estridente y más amable.