
Naturaleza
El pueblo más alto de España esconde un paisaje lunar único que deja sin palabras a quienes lo visitan
El caserío, situado por encima de los 1.400 metros, ofrece la entrada perfecta a un paraje irrepetible en todo el territorio español

Cuando el calor del verano se disipa y las cumbres de Tenerife se llenan de aire fresco, hay un rincón del archipiélago donde el turismo de naturaleza se entiende a pie de sendero y con botas de montaña, un lugar elevado sobre el océano donde las casas se agarran a la ladera y desde cuya plaza principal parte un camino histórico que conduce hasta un escenario que no parece de este mundo, un anfiteatro de conos volcánicos claros rodeados por un bosque de pinos canarios.
Vilaflor de Chasna, balcón de alta montaña y punto de partida
Vilaflor de Chasna se asienta en la vertiente sur de Tenerife, en una zona de montes y barrancos donde las nubes pasan por debajo de las ventanas y el silencio solo lo rompe el murmullo de los pinos, el casco urbano ronda los 1.400 metros de altitud y la mayor parte del término municipal se sitúa incluso más arriba, lo que lo sitúa entre los pueblos más altos del país y el de mayor cota media del Archipiélago, con algo menos de 2.000 habitantes y un territorio que se extiende desde las huertas de almendros hasta las estribaciones del Parque Nacional del Teide.
Pese a no tener mar, algo que comparte únicamente con Tegueste y El Tanque en la isla, su historia está ligada al tránsito entre norte y sur, el Camino Real de Chasna cruzaba por aquí y hoy ese antiguo trazado se ha reconvertido en ruta senderista homologada, con salida y llegada en la misma plaza y señalización bajo la denominación PRTF-72, un itinerario circular de casi 13 kilómetros que combina tramos empedrados, pinares y viejas casas de pastores antes de alcanzar el mirador sobre el famoso Paisaje Lunar.
Un paseo previo por el casco permite descubrir la iglesia de San Pedro Apóstol, algunas casonas tradicionales y el santuario dedicado a Pedro de San José de Betancur, primer santo canario, mientras terrazas escalonadas muestran todavía el cultivo de papas, viñas y almendros que dieron sustento a generaciones enteras de vecinos.
Un sendero, un paisaje de otro mundo
El arranque de la ruta se desarrolla por el Camino del Atajo, segmento del antiguo Camino Real, que se adentra en el pinar ganando altura, sin pasos técnicos pero con un desnivel que supera los 800 metros y que exige cierta preparación, la vuelta completa alcanza cotas cercanas a los 1.900 metros antes de iniciar el descenso hacia Vilaflor.
Barrancos, eras y antiguas casas de pastores salpican un recorrido que regala miradores naturales hacia el sur de Tenerife, en jornadas despejadas se dibuja la vertiente que cae hacia el océano y también se perfila el contorno de Gran Canaria, mientras al norte aparece el borde de las Cañadas del Teide y la mole de Guajara, segunda cima de la isla.
Buena parte del trazado discurre dentro del Parque Natural de la Corona Forestal, la mayor área protegida del Archipiélago, un extenso cinturón de pinares que envuelve las cumbres y que limita accesos y usos para preservar un ecosistema donde el pino canario demuestra su extraordinaria resistencia y capacidad de regeneración.
Chimenedas de hadas y ceniza esculpida por el viento
Tras vencer la ascensión principal, el bosque se abre y deja paso a un escenario sorpresivo dominado por estructuras cónicas de tonalidades claras, formaciones conocidas en geomorfología como chimeneas de hadas, surgidas de antiguas capas de piroclastos que el viento y la lluvia han modelado con paciencia, el resultado es un anfiteatro de tobas que recuerda ilustraciones de paisajes imposibles.
Este conjunto recibe el nombre de Paisaje Lunar, aunque sus denominaciones tradicionales incluyen Los Escurriales, y se localiza en el término de Granadilla de Abona, la ruta de Vilaflor permite observarlo desde un mirador situado en altura, desde el que se aprecian perfiles que evocan maquetas modernistas y que explican la popularidad creciente de esta imagen natural.
La fragilidad del material obliga a extremar precauciones, las rocas poseen una consistencia tan blanda que cualquier pisada fuera del sendero deja huella, de ahí que el acceso directo esté limitado y que se insista en la necesidad de contemplar las formaciones desde las zonas autorizadas, una medida que busca frenar el deterioro acelerado provocado por la presión turística y el auge de las fotos virales.
Un destino de naturaleza durante todo el año
El recorrido PRTF-72 se puede afrontar en cualquier época del año, aunque las condiciones más agradables coinciden con la primavera y el otoño, periodos en los que las temperaturas suaves facilitan el avance y reducen la exposición solar, en invierno, la altitud introduce un frío más fuerte y en verano conviene madrugar y llevar abundante agua.
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