
Sociedad
El refrán castellanomanchego que se esfuma con el verano y casi nadie sabe qué significa
Reconocida por la RAE, esta expresión alude a una noche de desvelo y malestar en la que es imposible conciliar el sueño

Con el final del verano, también se despiden muchas expresiones populares que solo usamos cuando el calor aprieta y las noches se hacen largas e incómodas. Una de estas frases es la que solemos emplear para describir esas noches de insomnio, incomodidad o desvelo: "pasar una noche toledana". Aunque hoy la utilizamos casi sin pensar, con un toque de humor, esta expresión tiene un origen mucho más profundo y, de hecho, cuenta con varias teorías sobre su origen.
La versión más dramática nos remonta al siglo VIII, cuando Toledo era gobernada por Amrus Ben Yusuf, un gobernador musulmán que organizó una cena para cientos de nobles toledanos. Lo que parecía una reunión pacífica terminó en una sangrienta masacre, en la que todos los invitados fueron asesinados durante la misma noche. Esta oscura página de la historia quedó como símbolo de una "noche infernal", dando lugar al dicho que hoy usamos para referirnos a una noche terrible.
Pero no es la única explicación. En el siglo XVII, el lexicógrafo toledano Sebastián de Covarrubias escribió que la expresión hacía referencia a las noches de verano en Toledo, cuando los mosquitos asediaban a los forasteros desprevenidos, quienes pasaban la noche sin poder dormir por los constantes picotazos. Esta explicación, más cotidiana y menos macabra, refleja ese malestar y desvelo que dan nombre a la frase.
Otra versión, aportada también en el siglo XVII por Gonzalo Correas, señala que "una noche toledana" era la que pasaban las jóvenes supersticiosas en la noche de San Juan, escuchando con los nombres que se oían en la calle y creyendo que el primero que escucharan sería el de su futuro esposo. Esta ansiedad y desvelo también habrían dado pie a la expresión.
Sea cual sea su origen real, la expresión ha calado hondo en el lenguaje popular de Castilla-La Mancha y España, apareciendo en obras literarias y artísticas, como las de Gustavo Adolfo Bécquer.
Sin embargo, con la llegada de septiembre y la bajada de temperaturas, este refrán tan ligado a las noches difíciles empieza a caer en desuso, quedando guardado hasta que vuelva el próximo verano, cuando el calor y las noches largas acompañadas de mosquitos vuelvan a despertar su recuerdo.
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