Salud

Investigadores de Salamanca reconocen un patrón inmunológico de gravedad en los afectados por coronavirus

Los pacientes críticos de COVID-19 sufren un tipo de neumonía ya descrita anteriormente

Equipo investigador del Ibsal
Equipo investigador del IbsalIbsalLa Razón

Jesús Francisco Bermejo Martín y Raquel Almansa, científicos del Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL) y del Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid, han publicado un artículo que puede ayudar a identificar los casos más graves de la neumonía provocada por el nuevo coronavirus y que ofrece pistas sobre posibles tratamientos.

Los autores se han basado en investigaciones anteriores y en los datos de los primeros pacientes de China para identificar una “pista fisiopatológica” que puede ayudar a los profesionales que están luchando contra el COVID-19 en primera línea a identificar los casos graves de esta enfermedad.

En concreto, el cuadro clínico de los pacientes más graves de coronavirus encaja con un fenotipo descrito anteriormente por el Grupo de Investigación Biomédica liderado por Bermejo, al que denominaron “neumonía linfopénica”, porque estaba caracterizada por la linfopenia, es decir, un número más bajo que lo normal de linfocitos (un tipo de glóbulos blancos) en la sangre.

Cuando hace unas semanas comenzaron a aparecer los primeros datos sobre el coronavirus en China, Bermejo y sus colaboradores revisaron las cifras de linfocitos que correspondían a cada caso. “Empezamos a ver que los pacientes que estaban en estado crítico tenían linfopenia y otros marcadores que encajaban con la neumonía linfopénica que nosotros habíamos descrito”, afirma. Por eso, a través del artículo publicado en Journal of Infection tratan de alertar a los especialistas de que los pacientes más graves de COVID-19 tienen esta patología y, por lo tanto, un peor pronóstico, más inflamación y desregulación inmunológica.

Interés científico

En la actual situación de pandemia, esta información es muy relevante y tiene un doble interés, tanto científico como médico. “Volvemos a ver que se trata de un tipo particular de neumonía que nosotros ya hemos estudiado y, por lo tanto, tenemos claro que implica una mala evolución”, advierte Bermejo.

Además, esta patología denota la existencia de una alteración en el sistema inmune de los pacientes y, aunque no está claro el motivo, los autores del artículo ofrecen una hipótesis. Según explican, quienes sufren la forma más grave de la enfermedad suelen presentar hipertensión, diabetes y enfermedades cardiovasculares, y probablemente también tienen dañado el endotelio vascular, un tejido que recubre la zona interna de todos los vasos sanguíneos y el corazón.

Así, “una persona puede tener dañado el endotelio por sufrir hipertensión desde hace años. Si se infecta, los linfocitos tienen que pasar a través del endotelio para llegar al foco de infección, pero si está muy dañado, los va a perder por el camino”. Este mecanismo podría explicar por qué en los casos graves de COVID-19 se registra ese bajo número de este tipo de glóbulos blancos cuya misión es, precisamente, combatir las infecciones.

Decidir qué pacientes van a la UCI

Al margen de estas explicaciones más científicas, el trabajo de los investigadores del IBSAL y del Hospital Río Hortega tiene una aplicación muy práctica: ayudar a decidir qué pacientes de coronavirus deberían ir a la UCI. “Desde el principio nos quedó claro que los niveles bajos de linfocitos pueden servir para poder estratificar la gravedad, sobre todo en una situación de saturación sanitaria como la que estamos viviendo en ciudades como Madrid”, asegura Bermejo.

Gracias a esta aportación, si llega un caso de una neumonía con linfopenia, los médicos ya saben que va a tener un mal pronóstico y que hay que vigilarlo más de cerca. La prueba de contabilizar linfocitos es sencilla y está disponible en todos los hospitales, por eso puede convertirse en uno de los marcadores que, además de asociarse al COVID-19, puede indicar que es necesario aplicar cuidados intensivos.

De hecho, también puede ayudar en la curación de los pacientes porque abre la puerta a posibles enfoques terapéuticos. “Hay que tener en cuenta que a veces el primer tratamiento importante es el propio hecho de enviarte a la UCI, porque recibir el soporte vital puede salvar la vida a un paciente”, apunta Bermejo.