Literatura

Dos libros póstumos dilatan la obra y amplifican la palabra de Jiménez Lozano

Son treinta y cuatro cartas que han sido recabadas en la Fundación Xavier Zubiri, las enviadas a Castro, y facilitadas por la familia del universal escritor

José Jiménez Lozano
José Jiménez LozanolarazonLa Razón

La misma Iglesia que le censuró en 1968 por sus reflexiones dolientes sobre la deriva anquilosada de aquélla a las puertas del siglo XXI, distinguió a José Jiménez Lozano en 2017 con la medalla Pro Ecclesia el Pontifice por sus aportaciones desde una obra que ahora se agranda con dos libros póstumos. “El arzobispo de Valladolid (José García y Goldáraz) ha publicado estos días una pastoral en la que quedan censurados El Norte de Castilla y sobre todo mi labor en él. Al menos eso es lo que ha entendido la ciudad y sobre todo lo que ha maquinado un grupo de canes de la Inquisición”, escribió entonces José Jiménez Lozano.

Fue en una carta fechada el 12 de marzo de 1968 y dirigida al filólogo e historiador Américo Castro, cuya correspondencia mantenida entre ambos desde 1968 hasta 1972 acaba de publicar la editorial Trotta, dentro de una edición crítica anotada por los profesores de la Universidad Complutense Guadalupe Arbona y Santiago López-Ríos.

Laico el filólogo y católico el escritor, ambos convergieron desde esferas opuestas pero dentro de un ámbito psicológico y moral donde “no se piensa ni en la tolerancia ni en la libertad, sino que se vive y respira en ellas como si se tratase de un modo de ser (...) limpia de toda ideología”, anotó Jiménez Lozano en las palabras que abren esta “Correspondencia (1967-1972)”.Las reunió bajo el epígrafe “Pequeña posdata a unas cartas”, firmadas el 27 de noviembre de 2020, meses antes de su fallecimiento el pasado 9 de marzo, las últimas que salieron de su pluma para convertirse en letra de molde.

El vínculo epistolar con Castro, antes del retorno de éste a España en 1970 por motivos personales tras un exilio de treinta años, surgió a raíz de la publicación de Jiménez Lozano de “Meditación sobre la libertad religiosa” (1966), un ensayo que dedicó “a la entrañable memoria del Papa Juan XXIII, un alto símbolo de la libertad y de la fraternidad humanas”.

Esta defensa de la tolerancia, por encima de credos e imposiciones civiles y religiosos, la ensambló Jiménez Lozano con el mismo entramado historicista que defendió en su obra Américo Castro y éste enfrentó, en célebre disputa pública e intelectual, contra Claudio Sánchez Albornoz sobre la esencia de España. Son treinta y cuatro cartas que han sido recabadas en la Fundación Xavier Zubiri, las enviadas a Castro, y facilitadas por la familia de Jiménez lozano, las recibidas por este escritor que en 2002 fue distinguido con el Premio Cervantes por el conjunto de una obra que reúne novela, ensayo, poesía, artículos y diarios como el titulado “Evocaciones y presencias” (Confluencias Editorial), con anotaciones y comentarios fechados entre 2018 y 2020, su segundo libro póstumo.

Al igual que sus anteriores entregas de este género, cualquier lectura, acontecimiento, noticia, reclamo o vicisitud es motivo de un comentario que oscila entre profundas reflexiones, meditaciones sobre la belleza de la naturaleza y la dimensión del hombre, a veces en clave de lamento, otras desde el triste presagio, en ocasiones con tinta de ironía y las menos en hermosos poemillas.

La deriva de la universidad española, el derrotero de la libertad de expresión, la liquidación de la cultura y la quiebra del sentido moral son algunos de los rasgos que desliza a través de breves meditaciones expuestas en clave de ensayo y que ha revisado, antes de ser publicadas, su hijo Javier Jiménez Vicente. “Va, aquí, este nuevo envío de notas, que van desde las últimas semanas de 2018 a las primeras de 2020, con las evocaciones y presencias que me han parecido que podía compartir con algunos lectores, o simplemente ofrecerles por si les fuera de algún placer o utilidad”. Así se despidió de sus amigos, lectores y cómplices este pensador, poeta y narrador que no quiso esperar al Señor Cuco, como cada primavera, y se fue para no asistir al barquinazo de la ‘nueva normalidad’.