Opinión

Espías del Imperio

Cercada de enemigos, y dueña de un imperio codiciado por poderosos reinos, la España de los siglos XVI y XVII, defendió sus dominios con las armas, los dineros, la diplomacia y la información secreta; herramienta esencial de supervivencia y encanallamiento en toda época, desde que el mundo es mundo. Fernando Martínez Laínez, periodista de larga trayectoria e indiscutida capacidad para olfatear la verdad como lo haría un sabueso inglés nos sumerge en esa España imperial, que contaba con un robusto servicio secreto y los espías más ladinos y taimados.

La necesidad de información, en tiempo y forma, en una etapa de la humanidad que carecía de aviones, teléfono, redes sociales y otros muchos avances, resultaba imprescindible para el proyecto universalista de la Monarquía Hispánica.

Por suerte, una característica de los servicios secretos españoles, en esos siglos, fue su irrefrenable inclinación a documentar cualquier zorrería por escrito. Esos papeles y la pericia de Martínez Laínez, son los que han servido para contrastar hechos y desenterrar los más vidriosos intereses en conflicto. Al espionaje hispano no se le resistía nada; tenía ojos y oídos desde los salones más deslumbrantes, a las fondas camineras y la cama rica de los poderosos. Lo evidencia mejor que nadie lo hizo hasta ahora, Fernando Martínez Laínez en «Espías del Imperio», su espléndido libro, pulcramente editado por Espasa. Una red de sagaces soplones y maniobreros, en la que sobresalen agentes como el señor don Miguel de Cervantes o el barbirrojo y cojo don Francisco de Quevedo, entregados con entusiasmo y sutileza a su tarea de espías, algo que completa la gloria literaria y las turbulencias vitales de sus apasionantes vidas.

Lo mejor de esta obra —tan sólida como novedosa—, es que documenta hasta que punto aquellos servicios secretos medularon el poderío hispano de los Austrias, con un modelo de Estado que utilizó la inteligencia como principal herramienta de su actuar. Pero hay, también, otra valiosa aportación que vale la pena destacar: a causa de la Leyenda Negra, tan oportunista como trapacera, la historia de la inteligencia de la Monarquía Hispana, ha sido menospreciada por demasiados historiadores, especialmente anglosajones, y apenas se ha ahondado en ella a pesar de su trascendencia. Es un hecho indiscutible —como tantos otros que afectan a nuestra patria, torticeramente presentados— que aquella España de los siglos XVI y XVII, contó con la CIA más resolutiva de su tiempo.