Sociedad

Violencia machista en el medio rural: Cómo escapar del maltrato sin nombrarlo

Mari Carmen Agüero durante una entrevista concedida a la Agencia Efe en la que ha relatado cómo fue su vida sufriendo violencia de género en el entorno rural.
Mari Carmen Agüero durante una entrevista concedida a la Agencia Efe en la que ha relatado cómo fue su vida sufriendo violencia de género en el entorno rural.Pablo MartínEFE

La falta de acceso a cierta información y recursos, un ambiente social a menudo más conservador y una mayor dependencia económica con sus parejas son algunos de los factores que hacen del medio rural un entorno especialmente difícil para que las víctimas puedan escapar de la violencia machista.

La presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales (FADEMUR), Teresa López, ha señalado en una entrevista con EFE que las víctimas que viven en el medio rural normalmente tardan más tiempo en pedir ayuda que las que viven en entornos urbanos.Lo observaron en un estudio llevado a cabo sobre este asunto en 2020 en colaboración con la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género.”Las mujeres que prestaron testimonio habían sufrido violencia durante una media de veinte años, lo que es una barbaridad absoluta; son mujeres mayores que han recibido una educación machista y patriarcal y que asumen la violencia como algo con lo que tienes que convivir”, comenta Teresa López.

Para FADEMUR, que agrupa a más de 55.000 mujeres, los datos de asesinatos machistas representan solo “la punta del iceberg” pero también reflejan una mayor vulnerabilidad en los pueblos: “En 2021 ha habido 40 mujeres asesinadas, 17 de ellas en municipios de menos de 20.000 habitantes, lo que representa un 42,5 por ciento”, señala. ”Pero es que la población que vive en el medio rural no llega al 30 por ciento de la general, por eso decimos que existe un desequilibrio evidente”, precisa López.

Lorena Calvo es trabajadora social y coordinadora de uno de los cuatro Centros de Acción Social de la Diputación Provincial de Segovia, las unidades básicas de Servicios Sociales para los pueblos, y coincide en que, normalmente, en estos entornos la violencia machista se esconde aún más. ”En el medio rural, la población al final es más machista porque las creencias están más arraigas, hay menos recursos, menos servicios, más aislamiento, menos posibilidades de empleo.. y esto provoca que las mujeres sean más vulnerables”, explica.”También creo que, como aquí todos nos conocemos, tienen miedo a que se las juzgue.

Por culpa del machismo en la sociedad, de alguna manera siempre se busca la culpa en la mujer, ‘algo habrá hecho’, y por eso hay mucho silencio y ocultación”, reflexiona la experta. De hecho, en estos CEAS no es habitual que una mujer llegue para pedir ayuda identificándose como una víctima de violencia de género, si no que, las que acuden, normalmente lo hacen por otras cosas como ayuda para sus hijos o demanda laboral, y son las profesionales las que detectan lo que hay detrás. ”Al no reconocerse como víctimas de violencia de género, tenemos que trabajar desde otros ámbitos, como lo comunitario, la empleabilidad, la independencia económica, el refuerzo de la autoestima hasta que consigues empoderarlas... pero sin nombrarlo, porque si no reconocen el maltrato es complejo tratarlo directamente, puedes perderlas”, comenta la trabajadora social.

En estas unidades han detectado un aumento de casos de violencia de género en los últimos años, más acentuado aún tras el comienzo de la pandemia: Desde 56 mujeres atendidas en toda la provincia de Segovia en 2017 a 88 en 2018, 109 en 2019, 105 en 2020 y 126 en 2021, a un par de semanas de que acabe el año.Una de ellas es Mari Carmen Agüero, de 72 años, que el pasado mes de junio denunció a su pareja después de tres años de relación abusiva y un último episodio de violencia en el que llegó a temer por su vida en su casa de Aldehuela del Codonal, un pueblo a casi 50 kilómetros de la capital de provincia de 23 habitantes censados.

Mari Carmen ya había sufrido violencia machista del que fue su marido durante 39 años, aunque nunca lo denunció ni se separó porque pensó que perjudicaría a sus dos hijas hasta que, después de caer en una depresión, dijo “hasta aquí”: “Yo empecé a vivir después de mi separación. Todo lo que he vivido, ha sido después de eso”, comenta en una entrevista con Efe en el salón de su casa.

En 2018 conoció al que ha sido su última pareja, con el que después de haber pasado buena parte de su vida en Madrid volvió en 2020 a su pueblo natal para estar más protegidos del covid, donde Mari Carmen revivió un infierno que ya conocía.Después de meses de terapia, ahora echa la vista atrás y sabe que, como es habitual en estos casos, todo empezó mucho antes de lo que ella pensaba: “No me valoraba, siempre quería quedar por encima, me controlaba con el teléfono... eso es también maltrato, claro, yo no lo sabía”, reflexiona.

Un día a finales del pasado mes de junio, después de un episodio de violencia en el que vio en riesgo su vida, consiguió echar a su agresor de casa y llamar a la Guardia Civil, lo que ha derivado en una orden de alejamiento y tratamiento psicológico por parte de los Servicios Sociales de la Diputación.Después de todo, Mari Carmen ha encontrado cierta paz y ocupa sus días viendo la televisión, cuidando de su casa, leyendo libros, haciendo sopas de letras, pintando cuadros y customizando muebles: “No me encuentro ni sola ni aburrida ni mal, me encuentro fenomenal”, asegura.

Ella achaca su fortaleza precisamente a todo lo que ha pasado, que le ha hecho ser más “dura”, pero inevitablemente aún convive con el temor de que su agresor vuelva.”He tenido muuucho miedo, y sigo teniendo. Siempre estoy con la puerta cerrada y las ventanas, ventilo, pero enseguida cierro, porque tiene una orden de alejamiento, pero no me fío”, comenta.

Para su seguridad, dispone de un dispositivo de Servicio Telefónico de Atención y Protección para víctimas de la violencia de género (ATENPRO) que le facilitaron desde Servicios Sociales en el que, si deja pulsado un botón unos segundos en cualquier momento del día, entra inmediatamente en contacto con la Cruz Roja.

Si Mari Carmen tuviera que lanzar un mensaje a otras mujeres que estén pasando ahora por lo que ella vivió, lo tiene claro: “Que denuncien, que no esperen, que no van a cambiar, que van a ir a peor. Que las controlen, que se celen sin motivo... eso es maltrato también, que no aguanten”, insiste.

A pesar de haber avanzado mucho en su recuperación, Mari Carmen aun tiene muchas preguntas sin respuesta: “¿Y por qué hacía eso? Me lo pregunto y no me lo sé contestar. ¿Le hubiera gustado a él que yo hiciera esas cosas?”, se cuestiona durante la entrevista.Lo que sí sabe ahora es que no existe ninguna razón por la que una mujer deba soportar eso: “Yo sé si hago una cosa bien o mal. Yo me acuesto por las noches y rebobino el día y digo ‘esto no ha estado bien’ o te arrepientes, o te sientes mal... pues ellos es igual, ellos lo mismo”, defiende.